domingo, 27 de noviembre de 2011

LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (36-39)

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939)
José Luis Gómez Fernández

Advertencia sobre esta 6ª entrega de la Guerra Civil:
La atención histórica que puede prestarse a este capítulo es de lo más variada. Abarcaría desde aspectos políticos hasta propagandísticos o de repercusión internacional, incluyendo los propiamente bélicos o estratégicos.
La descomposición de este espectro me llevaría, por sí solo, más de otros tres meses en sucesivas entregas periódicas, lo que haría aburrida su lectura, además de inútil para muchos, que disponen hoy, en estos últimos años, de tratados amenos y bien documentados al alcance de todo el mundo.
Señalo a continuación, por su imparcialidad, la Historia militar de la Guerra Civil española, de J. Blázquez Miguel, Madrid, 2004-2008, en 6 Vols.
A continuación, me limito a reproducir el pensamiento de un hispanista de reconocido prestigio, como es Stanley G. Payne, en su último libro sobre cuestiones históricas, ¿POR QUÉ LA REPÚBLICA PERDIÓ LA GUERRA? , en Espasa Libros, 2010-2011, www.espasa.com
Fragmento de Por qué la República perdió la guerra

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CAUSAS DE LA DERROTA REPUBLICANA
La derrota excitó amargas reflexiones en una buena parte de los republicanos; la mayoría eran excusas, y solo algunas tenían un carácter relativamente objetivo. Casi todos los republicanos preferían atribuir la victoria de Franco a la intervención del Eje y a la mayor potencia de sus Fuerzas Armadas, aunque otros evaluaron la situación con más claridad: hubo quien puso el acento en la desunión de la izquierda, así como en la desastrosa dirección de los partidos que la representaban 1. Aunque el resultado de la guerra ya era definitivo, la cuestión de la derrota no se resolvió y las dudas respecto a los errores republicanos, sus debilidades o excesos, se han mantenido como problemas históricos relevantes 2. Los factores que explican la derrota republicana pueden sintetizarse analíticamente en torno a una serie de temas clave. Algunos de los problemas son anteriores a la Guerra Civil, comenzando por el error de no intentar evitar el conflicto.
MIOPÍA DEL CÁLCULO BÉLICO

Desde el mismo comienzo del gobierno de la República, los líderes de los partidos republicanos se equivocaron a la hora de evaluar el alcance de la oposición a sus proyectos y a su forma de gobernar. Creyeron que el país había cambiado enormemente durante los últimos años, cuando España vivió una modernización acelerada, aproximadamente de 1910 a 1930, pero exageraron las dimensiones de ese cambio y malinterpretaron el carácter del mismo. Creyeron que tendrían que vérselas con una sociedad que había sufrido una transformación casi absoluta y que se mostraría a su favor con absoluta claridad. Durante las últimas décadas, las clases medias se habían expandido, en lugar de contraerse, y fueron estos sectores de las clases medias en expansión los que proporcionarían la mayor oposición a la izquierda, si bien es cierto que una parte de esas clases medias sí apoyaba a la izquierda moderada.Desde noviembre de 1933 los dirigentes de la izquierda se decantaron por la polarización de una manera precipitada e imprudente, sobrevalorando su propia fuerza e infravalorando la de sus adversarios. El principal error fue el de suponer que el país podía gobernarse en exclusiva desde la izquierda en un régimen parlamentario y que la oposición de la derecha se había debilitado radicalmente tras los citados cambios históricos.
LA REPÚBLICA NO FUE DEMOCRÁTICA


Aunque, si se observa el proceso con perspectiva histórica, es evidente que el proceso revolucionario se inició en 1931, la República no se instauró como un régimen revolucionario, sino como una democracia liberal. Los dirigentes de la izquierda republicana y los socialistas creían que, debido a los recientes cambios en la sociedad española, siempre podrían ganar las elecciones; sin embargo, dadas las políticas que llevaron a cabo, ese no fue el caso. Para la izquierda, la democracia no era un objetivo -esto es, la confianza en un sistema de reglas fijas y con resultados inciertos-, sino, simplemente, uno de los medios por los que se podría ratificar su propia «hiperlegitimación» y su supuesto derecho a permanecer en el poder. El resultado fue un juicio erróneo, unos análisis equivocados y unas políticas fallidas. Ante todos esos fracasos, por supuesto, la alternativa fue la política de la violencia, que se puso en práctica reiteradamente en las cinco insurrecciones revolucionarias que se dieron entre diciembre de 1930 y octubre de 1934. El absoluto fracaso de estas algaradas significó que, aunque la política de la violencia nunca fue rechazada de manera expresa hasta después de haber perdido la Guerra Civil, fue necesario volver a una estrategia electoral en 1935 y 1936. Fue más el resultado de la desesperación que de una convicción, y la izquierda la puso en marcha sin convicción y sin compromiso. En ese momento, una vez más, parece que el análisis erróneo de la situación fue más que evidente.
El país solo podría ser gobernado por una de tres alternativas durante la República, bien por algún gabinete en una democracia centrista y liberal, bien por algún tipo dictadura de la derecha o de la izquierda. La primera opción se desestimó, pero la segunda tampoco se adoptó claramente, lo cual dio como resultado la situación contradictoria e híbrida de 1936.
La incapacidad para aprender de la experiencia fue extraordinaria. En 1936 se repitieron todos los errores del bienio 1931-1932, pero de un modo mucho más extremo, exagerado y multiplicado.
EL FRENTE POPULAR: UNA ALIANZA POLÍTICA TORTICERA

En el sistema político de la República, absolutamente fragmentado, cualquier proyecto político serio dependía de la formación de una alianza. Los líderes de la izquierda republicana siempre lo supieron, aunque no puede decirse lo mismo de los líderes de los movimientos revolucionarios, cuya postura respecto a las alianzas con la izquierda moderada se movía entre la negativa absoluta y la connivencia temporal y oportunista, con pocas excepciones.
Los proyectos políticos de la izquierda moderada y de los revolucionarios eran muy diferentes, tanto que siempre ha resultado muy difícil comprender por qué la izquierda moderada no se alió con el centro democrático, con quien les habría resultado mucho más fácil tratar y con el que, en muchos sentidos, tenían bastante más puntos en común. La respuesta a esta cuestión, por supuesto, guarda relación con la profunda aversión que la izquierda sentía hacia la derecha y con su decisión de llevar a cabo un programa radical de reformas, para lo cual el apoyo de los socialistas parecía, cuando menos, indispensable. El problema fue que la izquierda moderada nunca pudo contar con el total apoyo de los socialistas, lo que significaba que el programa de Azaña no era viable ni a corto ni a largo plazo. La unidad del Frente Popular resultó más perjudicial que beneficiosa, porque estaba basada en la aversión que todos los partidos participantes sentían hacia la derecha; sin embargo, aunque unidos, estos fueron incapaces de diseñar un programa común de gobierno.
El programa del Frente Popular fue solo una plataforma de cara a la campaña electoral, no un plan al que pudiera ceñirse una administración durante la siguiente legislatura. No obstante, la Guerra Civil cimentó esta nociva unidad, fundamentándose en la citada oposición común al «fascismo»; en todo caso, el problema de un programa único de gobierno continuó siendo irresoluble, dados los términos en los que se planteaba: eso habría sido tanto como resolver la cuadratura del círculo.
Así pues, el Gobierno del Frente Popular se convirtió en una especie de contradictio in terminis, y aunque hubo uno desde septiembre de 1936 hasta marzo de 1939, sus políticas en algunos sectores cambiaron drásticamente a lo largo de ese período.

EL SOCIALISMO ESPAÑOL

De todos los grandes partidos socialistas europeos de la época, el PSOE era el más contradictorio y el más dividido. Solo una pequeña minoría moderada y democrática, la liderada por Julián Besteiro, mantenía ideas políticas coherentes y razonadas. El llamado «centro» que seguía a Indalecio Prieto no proponía políticas uniformes, sino que daba bandazos de un lado a otro, y siempre de modo oportunista.
Desde 1933, y dirigido por la mayoría liderada por Largo Caballero, el PSOE desarrolló políticas inflexibles y sin concesiones, pero de tal extremismo que resultaban tan impracticables como autodestructivas. En países como Alemania y Francia, los partidos socialistas intentaron defender la democracia, y pagaron un alto precio por ello, sobre todo en Alemania, mientras que en España el Partido Socialista se convirtió en uno de los principales obstáculos para la democracia.

HISTORIA POLÍTICA ESPAÑOLA. SIGLO XIX-XX

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Piaget

EPISTEMOLOGÍA GENETICA DE PIAGET


Piaget concibe el conocimiento como un proceso en ascenso sin límites de tal modo que, desde los niveles sensorio-motores, (primeros meses, 18-22) hasta las operaciones formales, (12 años) en que los adolescentes parecen liberarse del espacio-tiempo concreto y dan el salto sin solución de continuidad hacia un ámbito de conexión lógico-matemático extratemporal.

Si en la primera etapa se interioriza imaginativamente el mundo al lado del lenguaje que se está aprendiendo de su entorno, en la segunda comienzan las operaciones concretas sobre objetos y transformaciones sucesivas que implican un antes y un después en la manipulación de la realidad.
En la tercera, con las operaciones formales el conocimiento naciente traspasa lo real e imagina lo posible, lo irreal, como sujeto a una necesidad lógica desplegada fuera del tiempo y por consiguiente fuera de lo virtual físico. Nace así la hipótesis y se abre un campo más amplio del conocimiento: el científico.
Este ámbito va aparejado a un lenguaje proposicional cada vez más complejo, donde caben clasificaciones, clases, relaciones, inferencias.
Las deducciones, sin embargo, son de otra estirpe, es decir, requiere una operación de operaciones, operación deductiva que conduce de la hipótesis a la conclusión. Se está ya en el campo de la lógica de las proposiciones, de las relaciones, proporciones, totalidades, analogías de atribución y distribución &c.