martes, 28 de junio de 2011

• Querido José María:

• Me ha llegado por correo el anunciado libro de Mateo José Rodríguez, titulado “ALREDEDOR DE LA MURALLA”, con un apéndice que reza “SOSTENIENDO LA ESPERANZA”.

• Pues bien, voy a empezar por “CARTA DEL AUTOR A UN AMIGO”.
• El autor de estas meditaciones, que no son sino apéndice del libro “Sosteniendo la esperanza”, parece recrearse con un solo golpe de fuerza en la conciliación de su “menguada libertad” y su paz interior: “me quiero morir en paz”, dice.
• Cabe, desde este supuesto, preguntarse: ¿quién o qué fantasma coartaba su libertad hasta hacerla menguante? Y ¿por qué “la postrera sombra” de la muerte le autoriza a hablar “sin reparos, prejuicios ni temores”?
• Voy a detenerme sólo en estos dos aspectos.
• Su escrito lo cruzan muchas cuestiones en las que yo, ahora y aquí, no pretendo entrar. Tal vez, y si se me solicitase, escudriñaría pormenorizadamente sus fuentes, sus interrogantes y sobre todo su agonía-esperanza, que me recuerda la Agonía del Cristianismo de Unamuno, y también el Sentimiento trágico de la Vida en sus capítulos más fuertes, como “el hombre de inmortalidad”, “la disolución racional”, “amor, dolor, compasión y personalidad”, “de Dios a Dios”, “fe, esperanza y caridad”, “religión, mitología de ultratumba y apocatástasis”

• La primera interrogación sobre su menguada libertad la esclarece el propio autor cuando afirma que todo su credo niceno se ha venido abajo casi de un plumazo, (no olvidemos que el cristianismo Constantino estuvo a punto de quedarse en arriano).
• Pero su inquieta mente no cesa de zaherirle con preguntas sin respuesta, (situación muy distinta de la anterior, en la que todo era catecismo con preguntas y respuestas ineludibles y tranquilizantes).
• Y estas preguntas sin respuesta forman un gozne, alrededor del cual gira todo su escrito, a saber: la zozobra de aquella fe de antaño queda suavizada hogaño por otra virtud teologal, la esperanza de no morir definitivamente, que se apuesta por ella apelando a la irracionalidad de un Cosmos (o mejor, un Universo) sin motivos existenciales. Y es aquí, donde especula metafísicamente con el Ser.
• Y a este respecto, hubiera venido mejor releer LAS INVESTIGACIONES METAFÍSICAS de Francisco Suárez, (S. XVII con el resurgir de la Escolástica, piedra de la Teología) que recurrir a Heidegger en sus divagaciones sobre el ser, o a Sartre cuando dice que el hombre es aquel ser que es el que no es, y no es el que es, (cito de memoria, por no disponer del texto ahora. Mi tesis doctoral versó sobre esta cuestión hace ya 20 años).

• La segunda interrogación está marcada por el temor a la muerte y la desaparición final y total de la existencia, del cuerpo y del alma. Y es aquí cuando el Ser cubre y envuelve esa dicotomía de la vida y de la muerte. Y ya es insostenible el discurso racional de esta cuestión tan lacerante.
• Pero, a mi modo de pensar, aquí se mezclan coordenadas filosóficas con teológicas, de todo punto insoluble. Recúrrase a Pascal y santas pascuas.

ALREDEDOR DE LA MURALLA

Querido Mateo José Rodríguez:

Hace escasamente dos horas hablamos José María y yo por teléfono sobre el primer y breve escrito-comentario que hice, a vuela pluma, sobre tu inquieto libro “ALREDEDOR DE LA MURALLA”.
De esa conversación sale este nuevo escrito, que el propio José María me pide que amplíe para más explícita comprensión de las “preguntas” que han quedado en penumbra.
Ciertamente seguirán quedando en ese cielo de incertidumbres, pero es lícito, a pesar de nuestra ceguera, aventurarse a dar nombre a las cosas y poco más. Me viene a la memoria aquella frase de Umberto Eco en su magnífica novela “El nombre de la rosa”: nomine pristina rosa, nomina nuda tenemos.
¿De dónde sale tanta pregunta?
Tú mismo, en el apartado I ¿qué es el ser? y en el III :manifestaciones del ser, haces aseveraciones que piden el principio, es decir, que partes de afirmaciones que no son sino creencias incrustadas en la tradición presocrática que la posteridad ha elaborado credencialmente como el paso del mito al logos, ( atribuido en gran medida a la influencia de Jaeguer) siendo así que ya desde Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Parménides &c. vieron los cuatro elementos como los materiales ineludibles (no mitológicos sino lógicos) para comprender el mundo como Cosmos.
Platón, Aristóteles, Heidegger, Hegel, los arrastras como si hubieran ellos acercado al hombre a tomar conciencia de sí mismo, de su ser. Y esto no es así. El hombre es un resultado de la evolución antrópica que ha tomado muy tardíamente conciencia de su yo.
Por eso, me refería a que das por supuesto, en esta cuestión, que la conciencia de mi ser ha de haber sido conciencia de otro ser superior, y éste ha debido serlo de sí mismo (causa sui), a fin de no volverse loco en un círculo de veleidades, (y aquí metes a Hegel como el prototipo del espiritualismo más exacerbado y enaltecido)
La Filosofía siempre ha balanceado entre el materialismo y el espiritualismo, el idealismo y el empirismo.
Hoy el que ha llevado a mejor puerto la superación del dualismo que pulula en las escuelas de filosofía ha sido el MATERIALISMO FILOSÓFICO DE LA ESCUELA DE OVIEDO.
Otra anotación que quiero dejar clara es la proclamación, que se ha hecho hasta la saciedad, de que Descartes es el padre de la filosofía moderna hasta llegar, como el non plus ultra, a Kant.
Y esto no es así. Descartes hizo un flaco servicio a la razón y a la fe, (a la filosofía y a la teología) y contribuyó a dividir al ser humano en dos partes sustanciales: el cuerpo (máquina) y el alma (espíritu), el pensamiento y la extensión (la conciencia y el mundo), la existencia de Dios como postulado, al igual que hizo Kant posteriormente derogando la metafísica en la Crítica a la razón pura, pero albergando la razón práctica como postulado de una moral que implicaba la inmortalidad, la libertad y la existencia de Dios.
Los capítulos IV, V y VII son ya capítulos de “Noli me tangere”.
Si recapitulamos la historia hasta la inflexión de la aparición del cristianismo, recordamos que dos siglos antes de la era cristiana, se estaba romanizando el Mediterráneo (la Hispania) y en Palestina la rebelión judía de los Macabeos contra la helenización seléucida de los sucesores de Alejandro Magno viéndose implicados judíos independientes,(Israel) asmoneos,(colaboracionistas), saduceos,(también colaboracionistas de la clase alta y sacerdotal), zelotes ( rebeldes armados contra la colonización romana) y fariseos (gente de esa que mira para otra parte ante lo que ocurre delante de sus ojos).
Bueno, pues si bien los fariseos se uncen a la tradición oral del judaismo más tradicional, los saduceos no creen ni en la inmortalidad del alma, ni la resurrección de los muertos ni el castigo de los malvados.
Bajo el emperador Tiberio y como escenario de estos hechos apuntados, aparece Jesús como renovador religioso (y Xristos o Mesías, como liberador de la esclavitud de otros pueblos).
Si no hubiera sido por Pablo de Tarso, que exaltó a Jesús hasta divinizarlo y hacerlo Dios, hoy no hubiera pasado de ser más que un personaje como Apolonio de Tiana.

ALREDEDOR DE LA MURALLA

Con motivo de la publicación de un opúsculo titulado ALREDEDOR DE LA MURALLA, con subtítulo "sosteniendo la esperanza", de MATEO JOSÉ RODRÍGUEZ, José María Gómez de Enterría me ponía en alerta de su contenido y me invitaba a comentar algún rasgo general de dicho libro y mandarlo por e-mail a un correo que el propio autor tenía habilitado al efecto en su despacho de abogado en ejercicio.
Así lo hice en una primera entrega acogiéndome a CARTA DEL AUTOR A UN AMIGO, seguida del Epílogo, y que desde el principio sospeché que ese amigo era común a ambos, es decir se trataba del propio José María, con quien departo amistad desde hace muchos años y sé de sus inquietudes religiosas en la misma dirección que lo hace en este libro el autor, Mateo José Rodríguez.

Por consiguiente transcribo aquí su contenido: