sábado, 18 de febrero de 2012

TEORÍAS CIENTÍFICAS

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LA TRAVESÍA DE D. DESIDERIOEN 82 AÑOS

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CICERÓN Y LA SUGERENCIA

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ASÍ EMPEZÓ LA ECONOMÍA

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EL POLÍTICO TARTUFO

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MAQUIAVELO NO FUE MAQUIAVÉLICO

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RECORDANDO UN POCO DE HISTORIA (I)

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RECORDANDO UN POCO DE HISTORIA

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POLÍTICA EN EL REYNADO DE ALFONSO XIII

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LA II REPÚBLICA HASTA EL 36

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LAS ELECCIONES DEL 36 Y EL FRENTE POPULAR



LAS ELECCIONES DEL 36 Y EL FRENTE POPULAR

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GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-39)

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EL SOCIALISMO EXISTENTE

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MÁS SOBRE EL SOCIALISMO Y EL COMUNISMO

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RÉPLICA AL SR. AGÜEROS

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EL INFANTADO DE POTES Y EL MARQUÉS DE SANTILLANA

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EL MARQUÉS DE SANTILLANA, DUQUE DEL INFANTADO

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POLÍTICA DE LA EDUCACIÓN Y DE LA ENSEÑANZA

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EL PASO DEL DESFILADERO DE LA HERMIDA

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FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN



FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN

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FFILOSOFÍA, CIENCIA, RELIGIÓN

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CIENCIA Y CREENCIA

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LAS CIENCIAS EXISTENTES SON UN CONJUNTO DE CONOCIMIENTOS, PERO NO CONOCIMIENTO COMO IDEA METAFÍSICA (O TAL VEZ MÍSTICA)

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TEORÍAS CIENTÍFICAS

TEORÍAS CIENTÍFICAS


José Luis Gómez Fernández


Creo que todo el mundo se ha hecho alguna vez la pregunta, allá en el fondo de su conciencia, sobre: cómo se ha originado el Universo, qué dicen los sabios científicos o los filósofos sobre la primera explosión de las galaxias, del Big Bang, (hoy de moda entre la vulgarización de la ciencia física), qué hay sobre la expansión de los astros, qué sobre el origen del hombre, (el eslabón perdido), la evolución de los primates, del homo sapiens, del hombre de las Cavernas, (hoy cada vez más lejano), de la transformación de las especies, de tantas culturas desaparecidas y de tantas huellas aparecidas bajo los restos arqueológicos de las desaparecidas, (como recientemente se ha descubierto en pleno Amazonas), &c. &c.
O bien, todo el mundo alguna vez en su vida, cerrando los ojos, se ha hecho alguna pregunta que suena, sin saberlo, a algún tipo de teoría científica o filosófica; o bien, sigue aferrado al mito de la creación del mundo en seis días y al origen del hombre de la costilla de Eva, o bien, todos somos tontos y nadie ha vibrado nunca ante semejantes preguntas.
Pero, ¿pueden las ciencias positivas, que conocemos hoy, arrogarse el privilegio de decir que la visión total del Universo es de tal o cuál certidumbre? ¿Puede el químico decir que todo cuanto hay se reduce a química? ¿Puede el biólogo afirmar categóricamente que el mundo es un gran Organismo vivo que se expande y manifiesta en múltiples formas de seres vivientes?

Cito a continuación al autor de “Evolución, la gran síntesis”, 1987, E. Laszlo, donde dice:
“Durante varios miles de años, nosotros, los sapientes, nos hemos preguntado de dónde venimos y a dónde vamos. Hoy, pasados unos veinte mil millones de años desde los orígenes del universo, podemos estar a punto de averiguarlo”.

Se ha llegado a afirmaciones tan atrevidas, desde el apogeo de las ciencias positivas del último siglo, que por todas partes no se veía surgir más que teorías de la ciencia que suplantaban a la filosofía profesando así un “fundamentalismo científico” que no hacía sino confundir aún más las cosas y hacer de la filosofía una ciencia y de la ciencia una filosofía, una ontología, que diseñaba el universo de una sola pieza ( es decir, un “monismo”) ya fuera material o espiritual, según el modelo de Haeckel en los “Enigmas del Universo” o el modelo de Hegel en “La Fenomenología del Espíritu”.

Cito para esclarecimiento de la misión específica, tanto de la ciencia como de la filosofía, el siguiente texto de “El cierre categorial” (cinco v.) y“¿qué es la ciencia”?, de G. Bueno:

“La filosofía ante todo ha de entenderse como una crítica de las propias ciencias o, mejor dicho, como una crítica de las pretensiones que, una y otra vez, determinadas concepciones de la ciencia atribuyen a las ciencias. Crítica que no puede llevarse a cabo sin disponer de una teoría de la ciencia desde la cual pueda llevarse a efecto el tipo de catarsis que en cada momento se haga preciso”.


Las diversas acepciones de la ciencia tanto desde su inicio como “saber hacer” (próximo al arte, como la ciencia del panadero, la ciencia del mesonero, del herrero, la ciencia del catador de vinos, la ciencia prudencial del saber político), o como ordenación de palabras gramaticales y conclusiones lógicas, (o, lo que es lo mismo, la ciencia de escuela donde se aprende, como un arte geométrico de ideas y principios filosóficos o teológicos, a razonar y sacar conclusiones lógicamente); o también la acepción de las ciencias positivas, (tal como las conocemos hoy), con la implicación de las ciencias humanas y filosóficas (como lo pretendió Husserl con la filosofía como “ciencia rigurosa” mediante la incorporación de los fenómenos de la percepción, o incluso la consideración del materialismo histórico de Marx-Engels con la contemplación de la filosofía como una historia materialista-economicista).

Todas estas formas diversas de ciencia, digo, conducen al planteamiento de las Teorías Científicas que sobrenadan en una teoría filosófica que les da soporte y justificación en su desenvolvimiento y desarrollo.

La teoría de la ciencia de Piaget, plasmada en su “Epistemología genética” justificó sus fundamentos en el concepto que él tenía de la propia ciencia como CONOCIMIENTO ilimitado que se iba adquiriendo progresivamente desde las actividades cognoscitivas y lingüísticas en la infancia hasta la abstracción más elevada.
La teoría científica de Stephen Hawking está sostenida por la teoría filosófica de un todo cósmico envuelto por el conocimiento de la física en su último grado de físico que lo ve todo tal como es y ha llegado a ser.
Wittgenstein, del que también nos ocupamos más arriba, ideó un volumen de conocimiento que abarcase la totalidad del mundo en una cosmovisión que cerrase la ocupación científica.

Hoy nos encontramos con unas cuantas teorías científicas cuya identificación diferenciada y específica la vamos a encontrar en los contenidos de sus campos científicos y en la concepción que tengan de la materia y de la forma (o función


desempeñada en esa estructura científica de modo que, unas veces, como decía Kant “una ciencia es ciencia en lo que tiene de matemáticas”, otras, como la sociología en lo que tenga de estadística, otras, como la filosofía en lo que tenga de estructura lógico-formal (como un silogismo bien hecho, Hegel en ciencia de la lógica).
Si el acento de una teoría científica recae sobre la materia tendremos una teoría científica materialista; y si, por el contrario, se acentúa más la forma tendremos una teoría científica formalista, si bien en ambos casos la verdad que se busca es “la verdad científica” (con la excepción de la ciencia como utilidad, con capacidad predictiva de si nos va a ser favorable o perjudicial).

Si en nuestro repaso del panorama de las ciencias consideramos el neopositivismo del Círculo de Viena, nos encontramos con una teoría de la ciencia basada exclusivamente en los hechos y nada más que en los hechos (el factum est verum) de modo que lo que pueda añadirse a las descripciones de los fenómenos que ocurren ante nuestros ojos no son más que formulaciones lingüísticas y volátiles que no contribuyen al reforzamiento de lo que aparece en los hechos o fenómenos. Es una teoría de la ciencia cuyo fondo filosófico es claro, prima la materia sobre la forma, es una filosofía materialista.
Si analizamos la teoría de Karl Popper, autor de “La lógica de la investigación científica”, (el hombre con más acreditación entre las comunidades científicas e incluso en la vulgarización de las reseñas científicas de los periódicos), vemos que en su construcción carga el peso en la “hipótesis” hasta ver encajados en ella los hechos o materiales de sus campos científicos respectivos, (hipótesis o teoría válida hasta no ser “falsable”, desmentida). Esta teoría descansa en una filosofía mentalista.

Kepler, habiendo descrito las órbitas de los astros en forma elíptica, en la conocida 3ª ley construye matemáticamente el mundo de los astros del modo más perfecto para que, sobre el papel, el afelio y el perihelio (la tierra más alejada o más cercana al sol) puedan explicar desde esa teoría la trayectoria real de la tierra alrededor del sol.

Sólo el tiempo podría desmentir la verdad científica de tal construcción con el único criterio de la “falsabilidad”.
Esta teoría tendría como fondo filosófico una filosofía idealista o mentalista.

Otra teoría clásica de la ciencia es el adecuacionismo (isomorfismo) que tiene en cuenta tanto la materia como la forma en su construcción y se imagina que lo que concibe la mente se corresponde con la realidad (adaequatio intellectus et rei, de Aristóteles).
Esta teoría tendría como fondo filosófico un realismo exagerado, una filosofía sustancialista, cuya justificación última radicaría en la armonía cósmica creacionista. Todo estaría de antemano preparado para la coincidencia y posesión de la verdad.

Ahora bien, de la demolición de todas estas teorías expuestas se ha originado una nueva teoría llamada “Teoría del cierre categorial”, de G. Bueno, con el materialismo gnoseológico-filosófico como fondo de justificación filosófica.
(de ella nos ocuparemos en el próximo artículo).

correo electrónico del autor: jlgdez15@yahoo.es)

jueves, 2 de febrero de 2012

CIENCIA Y CREENCIA

José Luis Gómez Fernández

Si entre la gente que camina por la calle se preguntara a uno cualquiera, al azar ¿qué es la ciencia para ti? Nos respondería que es investigar sobre las enfermedades extrañas (del cáncer por ejemplo o la leucemia), explorar eso que llaman el ADN, (que han oído hablar por las películas o saben por las novelas de intriga o policíacas) o volar por el universo en naves espaciales en busca de otros seres extraterrestres o cosas así, apelando sin saberlo a la biología o medicina, a la física o la alta tecnología.
Si preguntamos ahora a un ingeniero o a un historiador, un sociólogo o un agricultor, ¿se imaginan en qué aprieto podríamos ponerlos?
A la pregunta ¿qué es la ciencia? no es tan sencillo responder, porque, de entrada, se trata de una pregunta filosófica de gran calado.
La ciencia es una idea, no algo que está ahí a la mano y se puede tocar o coger como un trozo de papel en blanco.
La ciencia, al ser una idea, nos compromete a saber ¿qué es una idea?
Una idea es el resultado de un conglomerado de conceptos que han servido al hombre para manipular y transformar su entorno, ampliarlo y producir el mundo cultural. No hay ninguna acción u operación del hombre en la escala tecnológica que no haya afectado al mundo tal como le concebimos hoy. Nuestro mundo lo hemos creado nosotros con nuestra cultura, la que haya sido, y hemos contribuido a modificarlo tal como nos lo encontramos delante de nuestros ojos. No es raro oír aquí y allá “cómo ha cambiado esto”, ya no lo conocería nadie de nuestros antepasados, y eso en todos los órdenes, desde el geográfico al de las relaciones humanas, ambientales o morales.
Desde Newton se sabe que la mecánica celeste se rige por parámetros de gravitación universal, pero desde hace bien poco sabemos también que la vida en la tierra puede desaparecer de un plumazo, y que los gases industriales de la avanzada tecnología con la emisión de los fluorclorocarbonados afectan a la capa de ozono y pueden alterar gravemente el sistema climático. Recientemente hemos sido afectados en las redes de propagación de Internet por unas inmensas irradiaciones solares que los científicos atribuyen no tanto a agentes internos como externos.
Cuando una simple piedra pasa a ser un hacha de sílex ha florecido un concepto, pero cuando ese mundo trasformado por las técnicas se hace más apacible y habitable, ha nacido una idea, la del mundo entorno que desborda los anteriores y los envuelve con perspectivas de ensanchar y agrandar su status de homo habilis u homo sapiens.
La idea de ciencia configurada a partir de los conceptos tecnológicos se halla modulada en muy diferentes acepciones, desde el “saber hacer” del arte (técnico) al “saber de la prudencia”, (saber político) o al “saber comportarse” (ética) o incluso al “sapere aude” de Kant aludiendo a “saber saborear la cultura”.
Ahora bien, cuando la idea de ciencia pasa a formar parte troncal de una Escuela nos hallamos con la ciencia concebida por Aristóteles y generalizada por los escolásticos dando lugar a sistemas de proposiciones ordenadas hacia una conclusión (de ahí aquel dicho clásico que ha quedado en la memoria: scientia est conclusionis), como si de primeros principios se tratara, aplicados específicamente a la Geometría, a la Física aristotélica, a la Metafísica, a la Teología Dogmática y también a la doctrina jurídica ( el jus naturalis), de tal modo que podría afirmarse que hasta el siglo XVI aquellos primeros principios asentados por Aristóteles eran inconmovibles en cuanto que, o pertenecían a la Lógica de Aristóteles (Segundos Analíticos) o pertenecían a la Naturaleza (creación ex nihilo del Creador; ahí se fundamentaría el concepto de Derecho Natural, el Jus naturalis) o pertenecían a la Revelación (El Libro Sagrado) y no se podían poner en tela de juicio.
Al aparecer la época moderna europea con Galileo o Newton las cosas cambian con los principios de la revolución industrial sustituyendo los talleres por laboratorios. Nacen así las ciencias positivas de carácter universal, es decir, ya no se restringen a mundos específicos, sea el mundo cristiano o el mundo musulmán, sino que abarcan al mundo científico por antonomasia sin restricción, con sus instituciones, sus asociaciones científicas, congresos &c. hasta nuestros días.
Ahora bien, como los conceptos y las ideas se entretejen formando una urdimbre inaplazable y recubierta por nuevas disciplinas, nacen nuevas ciencias (las Ciencias Humanas) apareciendo Facultades de Ciencias Históricas, Ciencias de la Información, Ciencias Políticas, Ciencias de la Educación, Ciencias Sociológicas, Psicológicas, Ciencias Económicas y Empresariales &c. lo que nos lleva de nuevo a plantearnos el problema filosófico de su justificación: ¿son realmente verdaderas ciencias?
El análisis aún hoy no está cerrado. La razón operativa con la que se aplica el análisis de las ciencias duras (la Física, la Biología, la Matemática) está cifrada en la independencia del sujeto operatorio, (por ejemplo, nosotros no intervenimos en la ley de la gravedad).

Sin embargo en las ciencias humanas queda implicado el sujeto en las operaciones de estas ciencias (por ejemplo, el hombre en las ciencias de la educación se implica en el propio concepto de educar, ¿quién le educó a él? &c.
La forma de proceder de la razón es distinta en la ciencia y en la filosofía. En la ciencia se procede materialmente mediante términos (las lajas de sílex), operaciones (el desbastado de la piedra) y las relaciones (las proporciones de ejecución) por hablar de las primeras tecnologías que dieron lugar a la ciencia, pero podíamos poner muchos más ejemplos.
La filosofía procede dialécticamente haciendo aparecer las contradicciones internas en el desarrollo de la construcción de esas ciencias humanas por hallarse implicado el propio hombre en su constitución. Es el problema planteado por el Protágoras de Platón: si el hombre es susceptible de ser educado, ¿quién podrá hacerlo sino quien ya es hombre educado, y éste ¿por quién?, porque si es por “naturaleza”, nadie puede ser educado.
Por otra parte, las ciencias humanas para mantener su status de fiabilidad han de recurrir a la Estadística (Matemática). Y ¿entonces?

Todo este relato es un proceder en torno a la idea de “Conocimiento”. Aquí aparece la “Teoría de la Ciencia”

(continuación)