viernes, 6 de abril de 2012

RECORDANDO UN POCO DE HISTORIA POLÍTICA DE ESPAÑA

RECORDANDO UN POCO DE HISTORIA POLÍTICA DE ESPAÑA

(Siglo XIX y primer tercio del XX)

José Luis Gómez Fernández

PREÁMBULO

Solo me propongo recordar con estas cuatro líneas, y en cuatro entregas, un pequeño esbozo de nuestra historia política desde el siglo diecinueve para encuadrar mejor la del veinte y hasta la más cercana a las conciencias de nuestro tiempo.
Ésta de hoy, Siglo XIX, sería la primera entrega, y así la denominamos.
La segunda entrega, primer tercio del siglo XX: convulsión política en el marco europeo
La tercera: política en el reinado de Alfonso XIII
La cuarta: la II República y la Guerra Civil
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Me resulta complicado engarzar con coherencia y simplificación los múltiples episodios por los que atraviesa la historia política de España en el siglo diecinueve.
Pero, si queremos comprender hoy nuestros propios episodios, es imprescindible esclarecer primero aquéllos.
No cabe duda que la Revolución Francesa , de 1789, marcó un hito en la historia europea y un aviso a navegantes (revolucionarios, liberales, progresistas, moderados, demócratas y monárquicos).
Los intentos por establecer unos principios políticos de entendimiento entre las diversas corrientes ideológicas para estabilizar la sociedad, en líneas generales fracasaron, tanto en Francia como en España. No así en Inglaterra, con la instauración de una monarquía constitucional, y en Estados Unidos, con la república, (si bien la guerra de secesión de 1861-65 quedó registrada como enfrentamiento territorial entre el norte y el sur).
La primera revolución, después de la francesa, acaece aquí, en España, en 1808-1814, con la guerra de la Independencia y la búsqueda de la democracia.

Defensores del Antiguo Régimen, representado en Fernando VII, y los defensores de unas Cortes Constituyentes (Constitución de 1812), representada por la Junta General , fue de hecho un episodio con tantos zigzags históricos que arrastrarán la marca de la inestabilidad hasta la restauración monárquica de Alfonso XII, en 1875.
No sin antes asistir a la implantación de una monarquía absoluta, con la vuelta de Fernando VII, en 1814-1820, un trienio liberal, de 1820-1823, otra monarquía constitucional con la regencia de María Cristina, Espartero, reinado de Isabel II, 1832-1868, unión liberal de O,Donel, en los años cincuenta y cuatro, y regencia del General Serrano, 1869-1870, monarquía de Amadeo de Saboya, (a quien ofreciéndosele la corona en 1870, y no siendo aceptada hasta el 2 de enero de 1871, en el que tomando posesión en Madrid, desilusionado por el desorden social y político existente, abdica el 10 de febrero de 1873), proclamándose a continuación la Primera República , del 73 al 74, de once meses de duración y cuatro presidentes (Pi i Margal, Figueras, Salmerón y Castelar).
Desde el año 1875, fecha de la Restauración de la Monarquía Constitucional con Alfonso XII, hasta hoy ha pasado más de un siglo y en España se sigue discutiendo sobre la auténtica democracia y dónde reside la soberanía, si en el pueblo, en el monarca o en el parlamento.
Las Cortes de Cádiz se arrogaron la soberanía. Hoy, los partidos en el Gobierno se enrocan en el Parlamento, y tengan o no, mayoría, invocan la Constitución. El camuflaje de alianzas es habitual. ¿Dónde está, entonces, la soberanía? ¿No adolece la democracia parlamentaria de una trasparencia precisamente democrática? ¿No habrá quedado todo en una democracia procedimental? (¿la de las elecciones cada cuatro años?).
Triste es echar la mirada atrás y enrocarnos siempre en algo que elevamos a sagrado, la Constitución , (como si ésta no fuera producto de consensos y de cambios), para justificarnos hasta en actos inconstitucionales, como aquellos movimientos que esgrimían principios constitucionales bajo un pronunciamiento o un golpe militar, como lo fue el de Riego en 1820, el de los sargentos de la Granja en 1836 o la revolución de 1868, o incluso la de Martínez Campos o el General Pavía en la reposición de la monarquía en Alfonso XII, y antes en el pronunciamiento de Prim contra Isabel II en su intento por establecer una verdadera monarquía, y, si en un primer momento se empecinan en que todo se arreglaría con la Revolución de Octubre de 1868, el destronamiento de Isabel II y el advenimiento de una República, pronto se dan cuenta de que la realidad es otra muy distinta y adviene una intolerancia religiosa, quema de conventos y asesinatos de frailes, (1865, la noche de San Daniel, o el cuartel de S. Gil, 1866, con el pronunciamiento de Prim),

La imposibilidad de conciliación entre facciones estaba siendo un hecho en la historia de España hasta que el cansancio en medio de tantos desórdenes y la esperanza puesta en la reposición borbónica de una monarquía en la persona de Alfonso XII, con dieciocho años de edad que, aunque hijo de Isabel II, se hallaba ajeno a las intrigas de su madre, con la suerte de contar a su lado a un hombre de Estado, Cánovas del Castillo, una nueva Constitución, la de 1876, se creía asegurada una Monarquía constitucional hasta la II República , de 1931.
La visión de Estado de Cánovas, con una preparación intelectual fuera de lo común (historiador y académico de la Real Academia de la Historia ), hace que, (como diría Ortega, más tarde, de las minorías selectas), los más capaces sean los verdaderos candidatos y se establezca un sistema de gobierno que se turna en el poder respetando las reglas más elementales: respeto a la Monarquía , a la libertad y al derecho de propiedad.
Y fue así como los dos grandes partidos, de tendencias mayoritarias, la liberal-conservadora (Cánovas) y la demócrata-progresista (Sagasta) se alternan en el poder, quedando éste subordinado al interés nacional.
La prueba de la integridad de Cánovas, a este respecto, fue cuando, bajo su mandato muere Alfonso XII en 1885, y presenta su dimisión a la reina viuda María Cristina, ya constituida en regente del reino, proponiendo a Sagasta en el turno del gobierno. De este modo, se suceden dos décadas en paz y prosperidad, aun con conflictos de por medio como las guerras carlistas y Cuba, además de calamidades públicas como el cólera que azotó al país.
En 1897, Cánovas, retirado durante el verano en un balneario de Guipúzcoa fue asesinado sigilosamente por un anarquista. Privada España de un hombre de valía como él, asistimos al declive nacional con el desastre naval de Cavite en Filipinas y en Santiago de Cuba en 1898 (paz de París), cuya conmoción se hizo sentir como un desastre nacional en las conciencias intelectuales.
Salvador de Madaraiga señalaba el siguiente reinado de Alfonso XIII como de restauración de un desastre imperial.

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