sábado, 15 de diciembre de 2012
LA COLEGIATA DE SANTILLANA DEL MAR
Animada (es autora
de este escrito, Mª Teresa Fuentes) a colaborar en Liebanízate, como ya insinué
en mi carta de presentación hace unas semanas, nunca con más oportunidad que
ésta en que está saliendo en esa prestigiosa página web el tema del románico de
las Colegiatas y Monasterios del Cantábrico, pues escribo desde la misma
SANTILLANA DEL MAR.
El hecho mismo de
residir en esta emblemática Villa me da título para explayarme con gozo y honor
a la hora de resaltar sus glorias artísticas al igual que su historia, su
enseña milenaria y sus construcciones palaciegas con sus plazas, sus calles
empedradas y su Colegiata presidiendo el Conjunto Histórico con el que ha sido
galardonado.
Las anteriores
publicaciones sobre el Arte Románico
cántabro (Valderredible, Elines, Cervatos, Piasca…) han contribuido a despertar
mi atención en aquellos aspectos que no siempre salen a la luz en primera
instancia y que considero de suma importancia si se quiere enmarcar el cuadro del
arte en un fondo de perspectiva más amplio donde su historia, su cultura, sus
orígenes, su economía, su envolvente social o religioso abran más ventanas de
par en par y puedan notificarnos sus entrañas y confiarnos su intimidad.
Si, una vez más, la
leyenda se mezcla con la historia, habría que remontarse a las reliquias de una
santa mártir por la fe cristiana en tierras de Asia : Santa Juliana de
Nicomedia en Bitinia ( Turquía ) en tiempos de las persecuciones de
Diocleciano.
Fue, pues, la
posesión de las reliquias de Santa Juliana lo que dio origen a una iglesia.
Algunos historiadores se refirieron siempre, aunque de un modo confuso, a la
fundación de este monasterio, llegando a hablarse del siglo VI como fecha de
fundación del cenobio. Pero con la sabia prudencia del padre Enrique Flórez,
patriarca de nuestra Historia crítica, nos quedamos con la puntualización de
que “no consta el principio del monasterio”. E. L. Ferrari.
Después de que la
población autóctona sufriera los embates de romanos y visigodos, una comunidad
religiosa se estableció con los restos de Santa Juliana en el valle cercano a Altamira,
(en el lugar de Planes), gesto muy común en aquel tiempo, en dónde se construyó un cenobio para recoger los
restos de la mártir de Bitinia . Algunos autores opinan que la primera
fundación pudo tener lugar a finales del siglo VIII si relacionamos el origen de la abadía con el proceso colonizador llevado a cabo por
Alfonso I en el siglo VIII, si bien el primer documento que alude al monasterio
de Sta. Juliana de la villa de Planes es del 16 de mayo del año 943.
Es muy importante
señalar que fue lugar de paso en la ruta del Camino de Santiago, lo que
contribuye a consolidar el monasterio
con grandes donaciones de tierras y otros inmuebles.
Había de ser el
nombre de la Santa el que pasara a denominar la localidad o poblamiento que se
formó alrededor de la abadía y en el año 1.100, un documento hace referencia al
Concilio de Santa Juliana, el concejo de la comunidad de vecinos de aquel lugar,
apareciendo, ya, el nombre de Santillana de Camesa
Si avanzamos hasta el
año 1.209, nos encontramos con que Alfonso VIII le concedió otro fuero, dándole
estatuto de Villa a la localidad. La abadía pasa a ser Colegiata que, por ser la más cualificada, pasará a formar
el embrión de los valles de las Asturias de Santillana, dividiéndose el
patrimonio de Sta. Juliana entre el Abad, que será el señor, y los 20 canónigos
que constituían la mesa capitular, con lo que el rango de Colegiata da a Santillana el paso de capital de las Asturias
de Santillana.
Posteriormente las
Asturias de Santillana fueron el nombre administrativo de una gran extensión de
tierras de la vieja Cantabria , que se extendía desde la Riba de Sella y Peña
Mellera hasta el límite con Liébana y Campoo, el Valle de Iguña y los montes
del Pas, por el sur, y el Miera por el otro extremo, esto es, (incluyendo
Santander), los valles de Camargo, Penagos, Carriedo… y así fue cómo el nombre de la santa mártir Juliana , el
nombre de Santillana, perduró en la historia administrativa y territorial de
Cantabria. Por esta razón y desde 943 hasta el 1250, alcanzó un gran prestigio,
constituyendo el centro y la capital de un señorío monástico que se extendió a
lo largo de las Asturias de Santillana. Dicho centro monástico tuvo monasterios,
iglesias, heredades , tierras y vasallos…He ahí la importancia del Feudalismo
como Institución que corona esta época y la encumbra a los hechos más
transcendentes en la cultura monacal, en el orden social de vasallaje y
protección , y hasta en el orden económico en el modo de producción agrícola
que rebasa el arado romano.
Por el fuero de
Alfonso VIII se convirtió en la Merindad de las Asturias de Santillana, que
perdura hasta el año 1444, en el que, por un privilegio real de Juan II de
Castilla, la villa se constituyó en Marquesado, que cae en D. Iñigo López de Mendoza, título de Marqués
de Santillana.
PECADO ORIGINAL (añadido a culpabilidad dolosa)
PECADO ORIGINAL
Contesto a todos en general,
aunque haya posiciones de cada uno que hubieran necesitado matizaciones
concretas.
Lo primero que he de decir es que
en mi escrito yo no hago afirmaciones personales sobre Dios ni sobre las
religiones, ni me confieso creyente ni incrédulo; solo hago sugerencias para
liberar el pensamiento y la creencia (de todo punto imprescindible en cualquier
acto humano).
Por tanto, creo que es imprescindible
ver la diferencia sustancial entre saber una cosa o creerla. Ni los creyentes
ni los ateos ni los agnósticos saben nada de los dioses; en eso al menos parten
de cero todos. Ahora bien, la diferencia
entre un ateo, un agnóstico y un creyente radica en lo siguiente: el ateo no sabe si
dios existe o no existe con certeza racional, pero cree que no existe porque
tiene más fuerza para él afirmar eso que lo contrario; el agnóstico no lo sabe
tampoco, pero no considera el asunto de incumbencia para él, y por el momento,
digamos, se abstiene, pasa olímpicamente. Y el creyente que tampoco sabe del
asunto, se inclina firmemente por creer valiéndose de la tradición que es tan fuerte en su conciencia que no
cabe lo contrario para él, bien porque se fía (fe) de una autoridad (dogma,
revelación bíblica o profética) o de una tradición que ha formado parte de su
educación desde la infancia.
Subrayo lo que digo ahí de “
dolosa culpabilidad”, no dolorosa culpabilidad como han entendido algunos,
porque si así fuera, sería un pleonasmo, ya que sentirse culpable siempre es
doloroso; no, sino culpabilidad con dolo
(que se dice en Derecho), es decir, engañosa culpabilidad que ha comenzado con la sentencia del “pecado
original” del que habla el Génesis. Si así fuera, seríamos culpables de algo
que ni hemos comido ni hemos bebido, y la irracionalidad de semejante episodio
cae por su peso en una mente normal.
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