viernes, 3 de mayo de 2013

LAS FISURAS DE LA DEMOCRACIA (2ª parte)

FISURAS DE LA DEMOCRACIA (2ªparte)
José Luis Gómez Fernández
Esta segunda parte me la ha sugerido uno de los comentaristas de la 1ª, quien decía, no sin ironía, que en la democracia o democracias no es que existan fisuras, sino que existen“socavones” (sic).
En España, desde la muerte del dictador Franco, en esa estrecha franja venida en llamarse “de la transición”,se imponen por los distintos componentes del espectro político, entonces en ciernes, ciertos conciertos, que no consensos abiertos, por los que iba a regirse el inmediato futuro español con la implantación de una monarquía (ad hoc) representada no en D. Juan, el legítimo heredero, sino en Juan Carlos, nieto de un rey que tuvo que salir de España en el año treinta y uno por la puerta de atrás de las Caballerizas del Palacio Real de Madrid para evitar ser linchado por un pueblo indignado.
De estas idas y venidas de reyes defenestrados e impuestos por Pavía o sin él, está lleno el siglo XIX español.
Pero habría que remontarse un poco más atrás para calibrar el específico carácter español fraguado a fuego lento en y por la Reconquista. Suele decirse por algunos autores que si hubiéramos acabado con los musulmanes en una rápida razia en las dos primeras décadas del siglo VIII, entonces no hubiera quedado ese lastre que deja una invasión cómplice con el invadido, y que mezclada con un espíritu de cruzada se prolonga siglos. Ese hecho moldea costumbres, idiosincrasia y un carácter específicamente español que vive dispuesto a partirse el lomo por causas perdidas de la época romano-visigótica con la referencia o paradigma de un arriano converso como es Recaredo y los ojos puestos en la Roma de Toledo.
La alianza del Imperio Romano con la Iglesia a través de los Concilios de Nicea y Éfeso y las primeras controversias heréticas crean una impronta continuada con los visigodos y la remembranza del impulso de la fe para toda conquista y recolonización de la sociedad medieval española hasta desembocar en la colonización americana.
Se puede decir que desde el 711 a 1492 el carácter español cristaliza en combate permanente guiándole una idea o religiosa o de aventura o de sueño sin saber a ciencia cierta a qué atenerse ni con qué armas contar, pero acérrimo y con tesón hasta desfallecer en la empresa. Ese es el tipo español de la Edad Media, del Renacimiento y del Siglo de oro (El Quijote y la Picaresca). Y no lejos de esa aventura se encuentra hoy el carácter “democrático español” que aúna el temor reverencial a la autoridad (Jefatura y Gobierno) y a las Instituciones ejecutivas (Hacienda) con la permisividad y el disimulo de los que se enriquecen con ellas saqueando las arcas del Estado. La justicia no es igual para todos, replicando las palabras del rey.
Y es que, no en vano, en España desde el siglo XIII se habla abiertamente de “democracia medieval española” por las famosas Cortes de Castilla que representan de algún modo al pueblo frente al rey y sus consejeros, los nobles y el clero. No olvidemos que el grueso político lo constituían los grandes nobles, estrechos colaboradores del rey en las batallas, en las intrigas y en el reparto de beneficios de inmensos dominios territoriales hasta provincias y pueblos enteros bajo sus pies. La pequeña nobleza, a la que pertenecen los ejércitos infanzones adeptos al rey y a los grandes señores, la constituyen los hidalgos que junto a los hijos menores de las grandes familias aglutinan en España una verdadera estructura de influencia social y a quienes, por las costumbres tradicionales de los mayorazgos, no les queda otra que alistarse en la milicia o en la carrera eclesiástica como continuación natural de la Reconquista y el apoyo ideológico de un clero militante que no ha cesado de reivindicar la dirección espiritual y temporal (como ya solía decirse en la época de las Investiduras) hasta nuestros días, como queda de manifiesto con los Jesuitas del Paraguay, Bartolomé de las Casas y hasta la Teología de la liberación o los legionarios de Xto. (incluso la velada organización de “Comunión y liberación”).
Esta estructura de mando ha perdurado a través de todos los regímenes españoles, aflorando con más o menos vigor hasta en nuestra democracia con la influencia de las grandes fortunas, las multinacionales, la Banca, el Ibex 35, las apretadas filas de los partidos políticos, las mordidas de las empresas y los sindicatos (continuación de los verticales de Franco).
Y en cuanto a la influencia de la Iglesia, ¿no es cierto que sigue el concierto con la Santa Sede para mantener la religión como asignatura de aprendizaje en las escuelas, cuando, por otra parte, se acepta un Estado aconfesional? No se olvide que hasta hace poco existía hasta en la Universidad (aún queda, como restos, “El Aula de Teología” en la Universidad de Santander, Cantabria, dirán otros). ¿Por qué el Estado ha de mantener como funcionarios a los profesores de religión con millones de euros? ¿No será, entre otras razones, porque son la semilla de muchos votos? ¿No será éste uno de los socavones a los que se refería el comentario de la parte 1ª de este tema?
Aún más, ¿a qué viene la Conferencia episcopal a inmiscuirse en las leyes gubernamentales? ¿No se afirma retóricamente que tenemos un Estado aconfesional?
¿Está Gallardón influenciado por sus creencias cristianas para legislar sobre el aborto? Si así fuere, le exigiría que con igual contundencia implantase la ética, que no la moral, (porque ésta me la puede colar por cualquier fisura), en el Poder judicial, en formar profesionales del Derecho a carta cabal, en hacer desaparecer las estúpidas y memorísticas oposiciones a judicatura (que casi están reservadas a memorias juveniles) y suplirlas por un reconocido currículo por la abogacía, la fiscalía y la judicatura y retornar a cada una de ellas en espacio-tiempo y conocimiento experimental del Derecho Civil, Penal, Mercantil, Laboral.
Y acábese de una vez con la lentitud procesal y dese cumplimiento a la JUSTICIA en tiempo y forma. Que el pueblo tiene ganas de palpar con los dedos la justicia, la paz, la tranquilidad y la libertad, (¿libertad para qué? Sí, la gente ansía liberarse de…tantas trabas para, al mismo tiempo, poder hacer algún día algo creativo y vivir, disfrutar de la familia y mirar el horizonte de la muerte con naturalidad (sin desahucios).
¿Acabará Vd., Sr. Gallardón, con la vergüenza de ver amontonarse papeles y expedientes en los Juzgados de cualquier Provincia? ¿Hará Vd. algo que merezca la pena haber sido ministro de justicia, con las ganas que tenía?