miércoles, 6 de febrero de 2013

LA FELICIDAD, UN MITO MÁS











LA FELICIDAD, UN MITO MÁS

-4 de Febrero por José Luis Gómez Fernández.



Este título es, como si dijéramos, una exigencia del programa trazado ya por el contenido de las dos anteriores exposiciones: LA TERTULIA Y LA AMISTAD y EL ESPEJISMO DEL BIEN Y DEL MAL.

Si bien es cierto que una reciente relectura del libro “El mito de la felicidad” con un sugerente subtítulo “Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices”,de GUSTAVO BUENO, del año 2005, Ediciones B, hoy agotado, me ha inclinado a no dudar de la elección del tema para esta semana.

La felicidad es una palabra en boca de todo el mundo y con pretensión oceánica de inundar derechos, deberes y Estados de Bienestar. Sin embargo, si reflexionamos detenidamente en su concepto, nos vemos envueltos en un mar de confusiones y en otros tantos significados diferentes. Para unos, la felicidad bastaría reducirla al placer, pero como éste es efímero, muy variado y de rangos diferentes, se extendería sin solución de continuidad hasta extremos indescriptibles y según el carácter e idiosincrasia de cada uno. Para uno que no ha comido en todo el día, su felicidad se agotaría en un plato de lentejas. Para otro, satisfecho en ese aspecto, quizás encontraría un rincón de felicidad en el placer de una lectura o en el recreo de una película. Y así sucesivamente.

Los epicúreos, que sostenían que la felicidad consistía en el placer, discernían sin embargo los niveles de ese placer, y rebasar su límite sería caer en el dolor y la desgracia; eran muy sutiles a la hora de la elección. Hoy nos sobran ejemplos donde circunscribir estos episodios epicúreos (el placer de beber (“el botellón”) degenera en coma etílico, por ej. y cosas por el estilo que a los griegos no les pasaban desapercibidas.

No cabe duda que estamos ante un tema complejo que no resiste un análisis de lo que entiende comúnmente el vulgo por ser feliz o buscar impaciente la felicidad si no se quiere caer en contradicciones constantes en un asunto tan resbaladizo que nos llevaría a situaciones en las que, lo que para unos podría ser el culmen de su felicidad, para otros sería un cúmulo de desgracia a corto, medio o largo plazo.

Esto ya nos indica que el concepto no es ni uno ni unívoco, sino que existen varios y analogados conceptos de felicidad dentro de la misma estirpe.

Los conceptos de felicidad o estados felicitarios provienen todos de las ciencias positivas, ya sean físicas, biológicas, médicas, antropológicas, psicológicas o históricas. Así por ejemplo, sentirse con salud, con biorritmos estacionales óptimos, con un desarrollo de mente sana en cuerpo sano, con amigos y sus correspondientes respuestas afectivas, son sin duda conceptos asistidos desde la física, la biología, la psicología social o la historia.

Pero, si además de esto profundizáramos en qué idea de felicidad subyace en el interior de quien dice perseguirla por tierra, mar y aire, nos encontraríamos con ideologías peregrinas de tinte político, religioso o filosófico, pues no sería la misma idea felicitaria la que busca un comunista que la idea felicitaria que busca uno con un ideal religioso o filosófico aristotélico o escolástico.

Una creencia religiosa determinada como es el caso del libro sobre la felicidad de Julián Marías en el que se aprecia ésta como “buena ventura” semejante al año con que nos felicitamos un “venturoso año nuevo”, que Julián Marías liga la felicidad a las bienaventuranzas evangélicas.

En todo caso, el panorama sobre la felicidad no lo habríamos rebasado en el estado en el que lo dejó Aristóteles o Séneca cuando aquél en "La ética a Nicómaco o éste en su “De vita beata”dijo aquello de: “todos los hombres quieren ser felices”, y desde luego nos cruzaríamos con el problema sin haber avanzado un milímetro más allá de esa lapidaria frase.

Sí, muy bien, pero ¿qué es la felicidad? Tampoco Séneca la contestó, ¿por qué?, porque no hay respuesta filosófica. No existe un principio de felicidad o una idea apartada (exenta) en los cielos de la estructura humana que pueda vislumbrarse como inscrita en la naturaleza y distribuida con proporcionalidad a las distintas situaciones culturales, religiosas o sociológicas de las más variadas civilizaciones.

Fichte parece haber despachado la cuestión de la felicidad diciendo que “la vida humana es ella misma felicidad”.

No podemos afirmar ligeramente que somos felices por naturaleza, (recordemos aquello de la bondad (léase felicidad) de Rousseau del artículo anterior al hablar del bien y del mal).

Entonces ¿qué ocurre? Que abundan sin cesar libros de autoayuda para salir del paso.

Encima de mi mesa, además del libro de G. BUENO, tengo “La conquista de la felicidad” de Bertrand Russell, publicado en 1930, con muchas ediciones, y que pertenecería a esa clase de literatura filosófica, no infrecuente, de dar recetas de recomendación para no caer en desánimo cuando uno pueda sentir asechanzas depresivas.

También tengo delante otros dos libros: “Una teoría de la felicidad” de Enrique Rojas, médico psiquiatra, con no pocas ediciones, y “Nuestra felicidad” de otro psiquiatra, Luis Rojas Marcos. Ambos tratados despliegan sus conocimientos médicos con el objetivo, muy loable por otra parte, de echar una mano a los “infelices”, pero sin profundizar más allá de citas proverbiales, frases impactantes que intentan conmover el ánimo del lector e inducirle a probar nuevos caminos para sentirse bien, etc.

Es decir, libros que se publicitan con bombo y platillo, aumentan sus ediciones, vacían los bolsillos de la gente no avisada, y no sirven sino para efímeros e ilusos consuelos.

En ésta, como en todas las cuestiones filosóficas, la primera exigencia académica es aprender a aclarar y clasificar las cosas por los términos, los conceptos y las ideas, y a eso se le llama cuestión gnoseológica. En este asunto han de clasificarse los estados de ánimo o sentimientos que circunscriben la afectación de ese fenómeno de felicidad o infelicidad en su entorno como en su dintorno, es decir, fuera como dentro de uno.

Es lo que se entiende en filosofía por estado de la cuestión: aclarar de qué se está hablando.

El título de este trabajo dice: un mito más. El mito es una ficción. No obstante, apreciamos que no hay culturas ni civilizaciones sin mitos. Hoy mismo, a través de la televisión y los medios audiovisuales convivimos entroncados con mitos diarios, y parece no importarnos porque los aceptamos como no extraños.

El hombre ha vivido envuelto entre mitos desde la antigüedad. Los griegos aseveraban que el mundo estaballeno de dioses. Sócrates fue condenado por impiedad, es decir, por no creer en los dioses, (lo que hoy se entendería por ateo).

Y cuando los filósofospresocráticos quisieron poner un poco de racionalidad a tal estado de cosas es cuando nace propiamente la Filosofía. Pero nunca se acabó con los mitos, y hasta Platón utiliza el Mito de la Caverna para dilucidar el juego de luces y sombras que envuelven al hombre hasta poner pie en tierra firme.

Y ahora permítaseme concluir con una transcripción del propio GUSTAVO BUENO sobre la felicidad:
«La filosofía de la felicidades una cáscara vacía cuando la felicidad se ha separado de los contenidos metafísicos que le dieron origen. Y a esta confusión contribuyen los abundantes libros, que arrojan sucesivamente al mercado las editoriales, titulados filosofía de la felicidad, escritos generalmente por profesores de filosofía que meten en el mismo saco, con objeto de llenar el cupo de páginas concedidas, una exposición de Epicuro y una de Aristóteles, a Santo Tomás y a Bertrand Russell, como si todos ellos fueran respuestas alternativas a una misma cuestión previa y exenta: la Idea de la Felicidad humana.» (Gustavo Bueno, El mito de la felicidad, 2005)

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