jueves, 4 de abril de 2013

EL SENTIDO DE LA VIDA (1ª PARTE)


EL SENTIDO DE LA VIDA
José Luis Gómez Fernández
No queda tan alejado este tema de los tres últimos: sobre la amistad, el bien y el mal y la felicidad. Tampoco quiero decir con esto que pretenda coronar con él el problema humano de estas características.
Quedarán flecos sueltos sobre la vida humana en el aspecto de la felicidad tanto como en sortear con eficacia el bien y evitar el mal, así como en acertar con la amistad que llene tu vida y le dé sentido; sin embargo nunca sabremos cómo seleccionar estos cabos sueltos en el laboratorio de una investigación antropológica que satisfaga de modo contundente y para todos los tiempos. Nada puede afirmarse globalmente. Vivimos a sorbos la vida y la fragmentamos por etapas.
Recordemos una vez más aquella frase de Heráclito: “nadie se baña dos veces en el mismo río” y es porque la corriente nos define y acaricia nuestra piel de distinto modo y en distinto tiempo. Venimos de un río antrópico, tal vez del australopitecus pasando por el homo erectus, el ergaster, el neandertal, el cromañón, el homo sapiens hasta el homo estúpidus de hoy. Mira que si la corriente del río se hubiera parado en Atapuerca!.
Mucha gente sigue empecinada en que todos nuestros avatares, tanto favorables como desfavorables, incluida la muerte, están registrados en las estrellas o en alguna extraña galaxia y distante a años luz, o algo así. Es decir, que es demasiado frecuente encontrarse con gente que cree en el destino ciego, en aquél en el que todos nuestros pasos y acontecimientos se hallan medidos y calculados; y lo que tiene que pasar, pasará. Estaba escrito suele decirse. Semejante barbaridad hay que desbancarla porque no cabe en una civilización moderna.
Hay que deshacerse de esta creencia. Un lavado de cerebro que evitaría muchas depresiones raras que ensombrecen los días y las noches de muchas personas y serviría de terapia para otras muchas situaciones de incertidumbre, las de casi todos los días, porque las venticuatro horas no están numeradas, a veces detrás de las cuatro no vienen las cinco. Los neurólogos, los psiquiatras y sobre todo los psicólogos acientíficos verían mermada su clientela y su negocio en el diván disminuiría.
No hay un destino humano, pues éste quedó cancelado en la Tragedia griega donde los dioses olímpicos decidían sobre la hacienda, la vida y la muerte de los individuos y de las cosmópolis.
Pero, sin embargo, ¿no es cierto que está en boca de todo el mundo que la pregunta más profunda de la filosofía radica precisamente en esta cuestión: el sentido de la vida?
Desde el bachillerato retintinea en las clases de filosofía esta pregunta como la más cercana para definir al hombre como el ser capaz de interrogarse por el sentido del ser, de la existencia, de la vida, de la muerte. Filósofos como Heidegger, Sartre, Sto. Tomás etc están ahí presentes ante esta cuestión.
Y es aquí, precisamente, donde surgen cascadas de respuestas para todos los gustos, desde las religiosas a las morales y políticas, no faltando tampoco las de aquellos que, lejos de encontrar sentido a la vida, lo que encuentran es un contrasentido, ya que la muerte es inevitable y nos espera a la vuelta de cualquier esquina. Alguien nos recuerda, como relato novelesco, que “la vida es la ejecución de una comedia o incluso una tragedia escrita por un idiota”. Y Calderón decía: "la vida es sueño".
¿Dónde nos encontramos? Para resumir y evitando la complejidad del asunto, me limito a reseñar la vida del individuo, la vida del grupo y la vida de la humanidad. Cada una de estas esferas se halla entretejida con las demás, y de donde sale la globalización del todo como unidad y adquiere sentido la pregunta por el sentido de la vida, porque ésta no se nos da flotando en el aire sin contactos sino en el grupo y la totalidad de la humanidad.
En una palabra, que el sentido global de la vida se halla religada por una parte a la cultura, por otra, al grupo humano (las relaciones humanas), por otra, al Cosmos (relación transcendente e impersonal, tal como sucedió con el deismo de la Ilustración), y por otra, a la religión como una dimensión transcendental que posibilita al hombre el trato o la imprecación con entidades no humanas (que G. Bueno llama númenes) y que son positivas porque de ellas emana la verdadera religión primitiva de las Cuevas de Altamira.
(y esto tendría que continuar con una 2ª parte...)

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