viernes, 6 de diciembre de 2013

Antropología de Scheler


ANTRPOLOGÍA DE Scheler

 


 

 


En esta 4ª Conferencia G. Bueno resuelve la cuestión de la idea de hombre repasando las doctrinas paleontológicas, antropológicas y metacósmicas (míticas) para aterrizar en una idea asumida por la historia; más aún, por la historia del pensamiento filosófico remontándose a la política de Aristóteles de la CIUDAD-ESTADO con el zoom politicón, el animal político y sus derivadas. No sin antes derribar la teoría de  Linneo con los  reinos del IMPERIO DE LA NATURALEZA: el vegetal, el animal y el hombre dentro de éste, si bien advirtiendo que el hombre dominará ese imperio. Darwin continúa ese estado linneano, mediando el transformismo de Lamarck y la adaptación supervivencia del mejor.

Menciona a Spencer como el que influyó en la “evolución” (de evolutio del papiro) y origen de las especies de Darwin, siendo así que hay una larga tradición desde Descartes, Malebrance, hasta Leibniz y Kant, de la que es difícil salir airoso de la concepción de un reino de la naturaleza y un reino del espíritu.  

Quien más se acerca a dilucidar la cuestión sobre el “hombre” es, tal vez, Max Scheler, como lo ponen de manifiesto dos obras fundamentales: “el puesto del hombre en el cosmos” y “la idea del hombre y la historia”, de cuyas obras voy a seleccionar unos fragmentos a continuación:

 

Capitulo 1

La primera idea del hombre, idea dominante en los ambientes deístas (judíos y cristianos), no es un producto de la filosofía y la ciencia, sino una idea de la fe religiosa, un resultado complejísimo del judaísmo religioso y sus documentos, sobretodo del antiguo testamento y del evangelio.

El pecado del hombre seducido por un ángel caído, libre e independiente.

Dentro de este marco judeo-cristiano, pueden evidentemente manifestar su influencia histórico-filosófica varias antropologías teológicas; como también esta antropología de la fe cristiano-judaica ha producido una gran cantidad de exposiciones históricas y perspectivas de la historia universal.

Y este otro: “El pensamiento histórico dominante “del” hombre, tal como lo formulamos diez veces a diario, procede de una ley genética muy distinta.

En consecuencia del pensamiento de Dios, ya presupuesto, y de la doctrina del hombre como imagen y semejanza de Dios”.

Capitulo 3

La tercera ideología sobre el hombre es la de las teorías “naturalistas”, positivista y también “pragmatista”, todas las cuales quiero designar con la breve fórmula del homo faber.

Esta doctrina empieza por negar una “facultad racional” separada, específica en el hombre. No hay entre el hombre y el animal diferencias de esencia; solo hay diferencias de grado. En el hombre, según esta teoría actúan los mismos elementos, las mismas fuerzas y leyes que en todos los demás seres vivos; solo que con consecuencias más complejas. Y esto es cierto en el sentido físico, en el psíquico y en el “noético”

Toda el alma, todo el espíritu ha de comprenderse por los instintos y las sensaciones y sus derivados genéticos.

Así, pues, el hombre no es, en primer término, un “ser racional”, un homo sapiens, sino un ser instintivo.

Capitulo 4

Lo radical de esta nueva antropología y de esta nueva teoría de la historia consiste en que se coloca en oposición extrema a la creencia común de toda la antropología, de toda la doctrina histórica usada en Occidente.

En esta idea existe la una necesaria afirmación a la decadencia del hombre durante esa llamada “historia”, que dura desde hace diez mil años.

Esta idea del hombre afirma que la decadencia está en la esencia misma y origen del “hombre”.

Esta antropología dice que el hombre es un desertor de la vida, que habiendo exaltado morbosamente el sentimiento de su propio ser, se vale, para vivir, de meros sucedáneos, sustitutivos de las auténticas funciones y actividades vitales, capaces de desarrollo; es un viviente que ha desertado de la vida, de sus valores fundamentales, de sus leyes, de su sentido “sagrado”, cósmico.

La nueva doctrina, según Theodor Lessing, formula lo siguiente: el hombre, esto es, un simio fiero que, poco a poco, ha enfermado de megalomanía, por causa de sus “espíritu”.

 

Capitulo 5

Esta idea encumbra la conciencia, que el hombre tiene de sí mismo, a una altura tan escarpada, soberana y vertiginosa, que tampoco se encuentra en ninguna doctrina conocida. El punto de partida emocional de esta teoría es el “asco y el rubor doloroso” con que Nietzsche, en Zaratrustra, caracteriza al hombre, pero que no se produce hasta que se le compara con la refulgente figura del “superhombre”, del único responsable, presto a asumir gozoso toda la responsabilidad, del creador, del que da sentido a la tierra, del único que legitima cuanto llamamos humanidad y pueblo, historia y acontecer cósmico.

Hasta aquí “la idea del hombre y la historia”.

El siguiente fragmento es de “el puesto del hombre en el Cosmos”

 

“Si se pregunta a un europeo culto lo que piensa al oír la palabra "hombre", casi siempre empezarán a rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas, totalmente inconciliables entre sí. Primero, el círculo de ideas de la tradición judeocristiana: Adán y Eva, la creación, el Paraíso, la caída. Segundo, el círculo de ideas de la antigüedad clásica; aquí la conciencia que el hombre tiene de sí mismo se elevó por primera vez en el mundo a un concepto de su posición singular mediante la tesis de que el hombre es hombre porque posee "razón", logos, frónesis, ratio, mens, etc., donde logos significa tanto la palabra como la facultad de apresar el "qué" de todas las cosas. Con esta concepción se enlaza estrechamente la doctrina de que el universo entero tiene por fondo una "razón" sobrehumana, de la cual participa el hombre y sólo el hombre entre todos los seres. El tercer círculo de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia moderna de la naturaleza y por la psicología genética y que se han hecho tradicionales también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre sería un producto final y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser que sólo se distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de complicación con que se combinarían en él energía y facultades que en sí ya existen en la naturaleza infrahumana. Esos tres círculos de ideas carecen entre sí de toda unidad. Poseemos, pues, una antropología científica, otra filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de otra. Pero no poseemos una idea unitaria del hombre. Por otra parte, la multitud siempre creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre, ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan, por valiosas que sean. Si se considera, además, que los tres citados círculos de ideas tradicionales están hoy fuertemente quebrantados, y de un modo muy especial la solución darwinista al problema del origen del hombre, cabe decir que en ninguna época de la historia ha resultado el hombre tan problemático para sí mismo como en la actualidad”.

 

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