viernes, 6 de diciembre de 2013

EL RELATIVISMO CULTURAL

EL RELATIVISMO CULTURAL
José Luis Gómez Fernández
Cuando leí en la prensa asturiana (Nueva España) esta noticia sobre el ciclo de Conferencias en la Escuela de Filosofía de Oviedo (Fundación de Gustavo Bueno), la verdad es que sentí un poco de pelusilla, y me dije !qué cerca estamos los unos de los otros! pero, ante noticias de este calado, Nueva España se lleva el gato al agua y, probablemente, El Diaria montañés no escudriña en asuntos culturales de esta envergadura.
El relativismo cultural hace su acto de presencia hasta en la selección de los editoriales de prensa.
Por eso, creo que es oportuno, en medio del panorama cultural tan mediocre del territorio español, sacar a la luz ciertas vergüenzas que nos harán reflexionar. Espero.
23.10.2013 | 11:53  (fecha de Nueva España)
El martes, día 23, de octubre de 2013 el diario de Asturias, Nueva España, refiriéndose a la 1ª conferencia, de dos horas, comprendida en el Curso de tres más en la Escuela de Oviedo, titulaba así su página principal:
“Gustavo Bueno: "Hay asuntos donde no se puede ser relativo y hay que ser dogmático".
El filósofo abre una serie de charlas sobre la idea metafísica del hombre, que debe ser disociada, afirma, de "las realidades metacósmicas, de la teología"-
Hasta aquí el titular, pero una cita más nos sitúa en la idea confusa (embrollada, dice G. Bueno) que predomina por todas partes a la hora de hablar del “hombre o de humanidad” sin pararse a pensar realmente lo que se está diciendo, por ej. cuando se habla de “derechos humanos”.
(Digamos entre paréntesis que el embrollo se presenta en todos los órdenes en los que no hay claridad y distinción en las cosas de las que se habla o se cree a pies juntillas sin distinguirlas ni aclararlas. Se dice de dos cosas que son claras si las distinguimos unas de otras con claridad (por ej. una televisión de una radio), y decimos que son distintas por la peculiaridad de cada una en su esencia y funciones.....)
 
Cita de Nueva España:
“la idea de humanidad, que asoma tras la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nace de la "segregación de los componentes que determinan ese reino del hombre", toda vez que en la definición que allí se propone "no hay ni razas, ni lenguas, ni religión. Queda el hombre desnudo, la idea pura de hombre, y esto plantea problemas porque esa Declaración es la única norma universal que tiene hoy en día la Humanidad".
Ahora bien, si se dan ideas confusas o embrolladas en las que todo aparece revuelto y en un mismo saco, se hará imprescindible aclarar y distinguir unas cosas de otras para precisar con el lenguaje el puesto que ha de corresponderles para no engañar ni engañarnos (que sería un fatal desenlace como diría Nietzsche: “si engañas, al menos no te engañes”)
G. Bueno empieza por citar a Feijoo cuando se refería a lo que era un embrollo, una mezcolanza de cosas (como una sopa), un discurso en el que unas clases de cosas se hallaban intersectadas con otras sin distinción y con confusión entre ellas, como el caos de una enciclopedia donde parece estar allí todo, pero que en realidad lo que procede es poner orden y concierto, recurriendo como mejor método a la lógica clases.
Si el “reino del hombre” le consideramos como una clase dentro de los seres vivientes, deberemos considerar también entre ellos a la clase de las plantas y a la clase de los animales, de modo que dentro de un círculo, (el de los seres vivientes) hallamos otros tres (plantas, animales y al hombre).
Ahora bien, aplicando la lógica de clases y citando a Linneo, que decía que el hombre era una parte o subclase del reino animal, sin menoscabo de ser especies fijas y eternas creadas por Dios, (Letamendi, disconforme con Linneo, sostendría la inmutabilidad y creación del hombre por Dios de la costilla de Eva.
Nos encontramos, entonces, con un mundo cósmico en el que existen todos estos reinos, pero, también nos damos de bruces con reinos extracósmicos. Ahí está la cita de S. Juan que dice: “mi reino no es de este mundo”.
G. Bueno procede a desenmascarar ambos mundos cortando, diríamos, el nudo gordiano. Y lo hace del siguiente modo: si hablamos 1) del reino del hombre, y 2) del hombre histórico, abrazamos dos clases, que se interconectan, sin duda, pero que es necesario disociarlas para desembrollar las confusiones y aclarar los campos de sus limitaciones (lo que hará con el cierre categorial aplicado a las ciencias, al archipiélago de las ciencias, no a la ciencia, siempre abierta a nuevas caracterizaciones).
¿Qué ocurre cuando se nos llena la boca hablando de los Derechos Humanos como si fueran conceptos claros y distintos para nosotros, cuando realmente no lo son?
¿A qué reino pertenecen?, ¿al reino del hombre o al reino del hombre histórico?
La ONU, en la Declaración de los Derechos humanos con 30 artículos, no habla ni una sola vez del hombre histórico, sino de una especie de humanidad abstracta (que no existe, por otra parte) que segrega precisamente lo que compone al hombre como tal, es decir, raza, lengua, religión, cultura, economía etc.
En una palabra, en esa Declaración la idea de hombre no sabe uno cómo cogerla porque se le escapa de las manos; hay que cogerla con pinzas porque el hombre ahí está desnudo. Esto es lo que hay. Que es también lo que ocurre con otras muchas cosas, por ej. cuando se habla de Derecho Internacional o el Derecho de Estrasburgo o el Tribunal de Crímenes contra la Humanidad (Núremberg). ¿Cuáles son sus fundamentos? Como diría Maritain…”con tal que no pregunten por sus fundamentos…”
Sabemos por la experiencia histórica que los fundamentos de estos Derechos se originan en pactos, como ya atestiguaba Baltasar Ayala, asesor de Felipe II, refiriéndose a la fuerza de obligar.
G. Bueno analiza los dos mundos, el Cósmico y el Metacósmico, que, nos guste o no, están ahí y han conformado una larga tradición con coordenadas bien distintas, pero que hay que desembrollar (precisamente porque desempeñan confusión y embrollo), y lo hace tomando postura (“hay que ser dogmático”, dice) y rechazando el llamado “relativismo cultural” (la anécdota del misionero belga y antropólogo, Lenar, con los Canacos, de Nueva Caledonia, es de una plasticidad asombrosa) enfrentándose sin ambigüedad a las estupideces y creencias contradictorias de la ubicación de los canacos cada vez que se convertían en “lagartos”. Por cierto, esto nos insta a que no se debe ser condescendiente ni tolerante (en nombre de una obscura solidaridad que no conduce  sino a una magna insolidaridad cultural y a una  irracionalidad de bobos y analfabetos, como ocurre frecuentemente en el territorio español a la hora de enfrentar cualquier tema y en cualquier debate o cuestión).
Nos encontramos ante dos mundos: el Cósmico y el Metacósmico. El primero (el Cósmico) lo tenemos ahí con las teorías cartesianas que, (siempre me chocó leyendo a este autor), se han reproducido como racionalistas hasta hoy en buena parte de los sistemas filosóficos, como en Kant, Christian Wolff o en reproducciones culturales dualistas y de todas las posiciones en las que se parte de la base de que existe el cuerpo y el espíritu como unidad substancial, como sostenía Descartes en su concepción del cuerpo como máquina, como autómata conductual de estímulo-respuesta (behaviorismo) y el espíritu (glándula pineal) dirigiendo los movimientos y las pasiones. Descartes, sin confesarlo, lo tomó de un médico de Medina del Campo, Gómez Pereira.
Wolff, considerado como el máximo exponente del racionalismo de la Ilustración, se ha caracterizado su influencia por la clasificación y sistematización de la Filosofía en dos grandes ramas: la Teórica o metafísica y la Práctica o el derecho, la ética, la política o la economía; pero, lo que realmente interesa en este contexto en  el que nos ocupamos del Reino del hombre y del hombre histórico, es cómo divide la metafísica en Metafísica General (que trata de el ser en general) y Metafísica Especial: el Mundo, (la cosmología), el Alma (la psicología) y Dios (teología natural). Estas tres ideas: el Mundo, el Alma y Dios no salen a humo de pajas, sino que se configuran con el arrastre del dualismo cartesiano, pero que, desde el materialismo gnoseológico, G. Bueno lo coordina en tres ejes: el radial, el circular y el angular, correspondiéndose, el radial con el mundo cosmológico wolffiano, el circular con el alma o psicología  y el angular con el Dios de la teología natural. La Ontología General wolffiana se corresponde con (M), la materia general, y la Ontología Especial se correspondería en el materialismo gnoseológico con los tres géneros de materialidad (M1, M2 y M3).
Existen, por tanto, dos momentos de desembrollo ante el caos y confusión en los que nos vemos envueltos: el mundo Cósmico, al que nos hemos referido con la influencia cartesiana, y el mundo Metacósmico que desborda aquellos parámetros de las filosofías doxográficas cristalizadas en realismos, idealismos o antropomorfismos.
 
Se trata, entonces, de esclarecer las coordenadas en las que nos movemos en el pensamiento occidental desde una larga tradición que comprende tres pilares fundamentales:
 a) la Vedanta de 1300 a. C, con la imagen del mundo en la figura de un hombre con ojos asombrosos y configuradores de cuanto existe;
 b) los Presocráticos, hacia el 600 a. C. con su posición frontal a una concepción humanista (ej. el Ser de Parménides...y que hasta el NOUS de Anaxágoras no aparece el hombre sino espíritu); y
 c) la Biblia, hacia 700 años a. C, con una concepción del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, y la consiguiente historia del pecado original, la rebelión de los ángeles y el anuncio de la salvación de la Humanidad en la Encarnación, Dios hecho Hombre como gran escándalo…
Nueva cita:
“Acotando territorios, hablando de los "embrollos metacósmicos" vinculados con la idea de la humanidad, aparecen en el discurso Adán y Eva, y a través de ellos la idea de "fraternidad universal", que el pensador francés Pierre Lerroux "sustituyó por la de solidaridad, muy en boga ahora mismo", afirma Bueno, y hasta una invitación a la reflexión más o menos en serio sobre la vida extraterrestre al hilo del dogma cristiano de la Encarnación. La pregunta es aquí si Jesucristo "habría venido aunque el hombre no hubiera pecado". O si "fue también a otros planetas", a la vista de que "tiene bemoles", apunta el filósofo, que la Sociedad Geográfica Española haya premiado al astrónomo estadounidense Frank Drake por sus progresos en la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra”.
 
No hago más consideraciones aquí y ahora en espera de la próxima conferencia del lunes, 28 de octubre.
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