ACOTACIONES AL MATERIALISMO
FILOSÓFICO
Voy a hacer mención de dos
aspectos que han quedado señalados en la cita anterior y que necesitarían ser
resaltados.
A)-Uno sería el problema
planteado por la esencia y la existencia de la filosofía en el futuro.
B)-Otro, la presentación de la
historia de la filosofía como una
continuidad lineal de corrientes y
sistemas filosóficos enmarcados en escenarios macro-históricos, más o menos
amplios, según autores y circunstancias a ellos circunscritos.
En cuanto al primer punto, A), cabría
la posibilidad de plantearse la siguiente pregunta: en cuanto a su esencia, su
contenido, ¿no quedará cercenada y desfigurada por la progresiva implantación
de otras filosofías más suaves al paladar?
Y en cuanto a su existencia: ¿no quedará
engullida por las ciencias del futuro cada vez más complejas?
El hecho es que la filosofía está
desapareciendo de muchos programas y en países donde estuvo reconocida como
auténtica propedéutica del saber.
Se escriben cada vez menos libros
de filosofía. Y lo que sale a la luz raramente cubre la expectativa del nivel
mínimo intelectual y crítico. Se trata de círculos cada vez más reducidos que
suelen moverse en cerrados circuitos de comentarios a comentarios o en fárragos
dispersos de noticias periodísticas.
G. Bueno dejó escrito hace
tiempo, en polémica con Sacristán, “el papel de la filosofía en el conjunto del
saber”. Hoy reeditado y puesto al día.
Dice así en su presentación: http://www.fgbueno.es/gbm/gb70pf.htmv
«Desde que Marx escribió que "los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo", está planteado con toda su fuerza, el tema de múltiples implicaciones, de la "muerte de
¿Es posible
Gustavo Bueno, catedrático de Filosofía de
. Sin duda es el comienzo, en España, de un debate teórico de extraordinaria importancia, en el centro del cual late la pregunta ¿qué es
En cuanto al segundo punto, B) es
bien conocida la presentación sistemática de las historias de la filosofía dividida en edades que
se suceden, sin solución de continuidad, e incluso fases dentro de ellas, sin
cuestionarse el por qué de unas y otras y la conexión que pueda fundamentarlas.
Sin embargo, si reparamos un poco
en ello, vemos enseguida que no es posible concebir una historia de la
filosofía sin una filosofía de la historia.
Para Brentano la filosofía no era
sino un impulso natural (impulso al saber), inscrito a su vez en plataformas
muy variadas de las historias políticas, económicas, religiosas o tecnológicas,
pero siempre presente, ahí, como acicate permanente de actividad.
Autores, como Burckhardt,
resuelven ya la cuestión de la historia de la filosofía en filosofía de la
historia al inscribirse en torno a una idea-gozne o eje que genera su
movimiento. Para Burckhardt esta idea o ideas son el Estado, la Religión y la Cultura.
Spengler, en la “La decadencia de
Occidente”, ve la filosofía de la historia bajo la idea predominante de
“Culturas”, de diez siglos de duración, que,
cual organismos independientes, nacen, crecen, se desarrollan y mueren,
sin más problemas añadidos de teledirección alguna externa ni interna (diríase
teleología o finalidad alguna).
En la “Filosofía de la Historia de Hegel” la
idea filosófica central, cuya fuerza hace girar el movimiento entero de la
historia, es el amanecer del espíritu, precisamente en Oriente, como Edad
Antigua, su desarrollo vigoroso en Grecia-Roma, como Edad Clásica, su alianza
con el cristianismo en Germania, como Edad Media, y la liberación de Lutero de la decadente Iglesia de Roma, como Edad
Moderna.
Y no digamos nada de la filosofía
de la historia de Marx, por otra parte bien conocida como materialismo
histórico, cuya idea fundamental hace girar su historia en torno a una fase
final, la abolición de la lucha de clases (que se correspondería precisamente
con una edad transhistórica, es decir, que la verdadera historia empezaría
cuando ha cesado la historia inhumana de guerra del género humano. Aparecerá el
hombre nuevo con una nueva historia. ¿Dejaremos de ver una similitud en este
punto con la aparición del cristianismo y la Nueva Jerusalén al final de los
tiempos?
Y ¿qué diremos de la Filosofía de
la Historia
de S. Agustín?
Y esta es la verdadera historia del hombre, o
revolución de la humanidad, podríamos decir, al estilo de Marx con la
implantación de la
Revolución comunista. Se ha implantado con S. Agustín una era
nueva: la Historia
sagrada.
Y ¿qué decir de la historia de
Augusto Comte?
Los tres estadios mediante los
que concibe la historia sucediéndose desde la infancia hasta la plenitud:
a)
estadio teológico
b)
estadio metafísico
c)
estadio positivo
no son sino etapas de desarrollo
del conocimiento hasta la plenitud con la implantación de la ciencia por
antonomasia bajo una Ley de unificación con su estática y su dinámica social.
Su filosofía de la historia, en
torno a la que giraría toda su concepción filosófica, sería una creencia
fundamentalista, sin paliativos, en la ciencia, que, a su vez, terminaría por ser la Gran Religión de la Humanidad en la Edad Contemporánea.
La distancia
cronológica entre S. Agustín y A. Comte no es óbice para agruparlos en este
contexto de búsqueda de las ideas que mueven un sistema y una filosofía de la
historia.
Incluso cabe afirmar
que la influencia de un S. Agustín ha sido
tan grande que, hasta nuestros días, pasando por la Baja y Alta Edad
Media, está constantemente presente en las construcciones
filosófico-teológicas.
S. Agustín, si bien distinguía dos mundos: el
visible y el invisible, primaba el Mundo invisible o teológico sobre el visible
o terrenal.
A. Comte, que había comenzado la descripción
de la historia del conocimiento en el estadio teológico hasta su ascenso al
estadio positivo o científico, termina unificando este último con una
concepción teológica del mundo de la ciencia (el positivismo).
Y ahora voy a
detenerme en el neopositivismo de WITTGENSTEIN. En él descubriremos también una
idea deslumbrantemente teológica y metafísica en la concepción de su filosofía
de la historia.
En las proposiciones
finales del TRACTATUS, a partir de la 6.4, manifiesta un espíritu místico y
sublime. Y los Diarios secretos parecen confirmarlo cuando, ante el horror de
la guerra y la visión de la muerte, su ánimo queda quebrado aflorando una
actitud religiosa con un tinte ético que inunda todo su ser.
Exige a la filosofía una respuesta al TODO de
la vida, su sentido, su trascendencia, y a la lógica una metalógica que
trascienda la instrumentalizad técnica del lenguaje y del simbolismo lógico y
se instale más allá de la flecha del tiempo.
Literalmente en los
Diarios secretos dice así:
“!Dios sea conmigo!
Ahora se me presenta la ocasión de ser una persona decente, pues veo la muerte
cara a cara. Mi materia se ha alejado de mí. La muerte es lo que da su
significado a la vida”
CONTINUACIÓN
Recuerdo un episodio
de oposiciones a cátedra de instituto, cuyo tribunal presidía el Sr. Cerezo, catedrático
de Filosofía en la Facultad
de Granada, que, presumiendo entender y comprender a Wittgenstein, por entonces
muy de moda, espetaba al candidato la frase de la escalera usada por el autor
del Tractatus. La frase de marras era ésta: cuando Wittgenstein afirma que una
vez que se ha subido, ha de arrojarse la escalera, dígame Vd. ¿qué quería decir?
Si la respuesta era
que el autor concebía la filosofía como un ascenso al conocimiento pleno de la
realidad, es decir, a un absoluto, entonces
la escalera, y sus peldaños, (la filosofía) era ya inservible y habría
que arrojarla: respuesta correcta.
El propio
Wittgenstein recomienda salir del Tractatus, como del círculo de la lógica aprendiendo
la huida del mosquitero, esto es, como la mosca aprende la salida por el cuello
de la botella.
No lejos de esta
visión se encuentra Kant, quien habría recomendado
salir del estrecho círculo de la razón y aprender la salida por la vía de la
voluntad si realmente se quería encontrar sentido al verdadero problema del
hombre: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me es lícito esperar?, ¿qué
es el hombre?
La frontera que
separa lo que puede decirse de lo que no puede decirse lo cubre la voz del
silencio en forma mística, en forma ética (¿qué debo hacer?).
El uso del lenguaje
ordinario revela con más contundencia que el de la lógica ese otro mundo
inexplicable, indecible e inexpresable. A ello va a dedicar Las Investigaciones
filosóficas.
El lenguaje, como
fuerza y magia de expresión y aparición de un mundo, muestra una lógica interna
cuya estructura, dice, se corresponde (como isomorfismo) con la estructura de
la realidad del mundo. Pero, no deja de percibirse, detrás de todo esto, otro
mundo de carácter metafísico (un Sujeto?,
un Dios?), que posibilita el mundo de la lógica.
Afirmar que el
lenguaje es mágico al hacer aparecer el mundo ante mí no le impide afirmar a
continuación que el análisis lógico nos aclara ese hecho, pero no el por qué de
ese hecho.
En esta tesis (de
carácter metafísico) resuelve contundentemente su filosofía de la historia
(otra vez, filosofía del ascenso del conocimiento y sus límites).
En la proposición
4,26, del Tractatus, (pág. 101, Alianza Edt. 1973) dice algo muy significativo:
“La enumeración de
todas las proposiciones elementales verdaderas
describe el mundo completamente”
Wittgenstein se
decanta por un lenguaje simbolizado para evitar la confusión en la utilización
de un signo con varios significados.
“Así nacen, dice,
las confusiones fundamentales de las que está llena toda la filosofía” (3,324).
El primer
Wittgenstein, como a veces se le llama, (el del Tractatus), cree haber deshecho
cualquier nudo de confusión filosófica con el análisis del lenguaje, dejando
fuera de él el sentido de las proposiciones del propio lenguaje.
Como se ve, es
extraño este despropósito en un hombre del Círculo de Viena que intenta mejorar
las cosas de la ciencia y de la filosofía con un golpe de fuerza de tal
envergadura que ha creado Escuela hasta nuestros días.
Compañeros de viaje no han faltado nunca en
cualquier corriente filosófica.
EL CÍRCULO DE VIENA
Hace algún tiempo, (década
de los 90), DISEÑO EDITORIAL, S. A. me encargaba un trabajo sobre Wittgenstein
y A. J. Ayer (lenguaje, verdad y lógica).
A él me remito, al
tomar alguna nota, para este breve capítulo, más las que pueda aportar hoy,
aquí y ahora.
Hacia los años veinte,
del siglo pasado, Moritz Schlick, preocupado por una revisión de las ciencias y
la filosofía, promovió unas reuniones periódicas en Viena a fin de esclarecer
un lenguaje de la ciencia intoxicado por la metafísica, y al mismo tiempo
asignarle a ésta el puesto que debiera corresponderle.
Desde entonces se
hizo célebre aquella frase de Wittgenstein: “todo lo que puede ser expresado,
ha de serlo claramente”.
El propósito que se
perseguía con estas reuniones era, por una parte, clarificar el lenguaje de la
ciencia mediante una formulación lógica, y por otra, delimitar el campo de la
filosofía mediante un análisis de las proposiciones gramaticales.
Los campos de la
ciencia y de la filosofía quedarían diseñados bajo la denominación de
POSITIVISMO LÓGICO, NEOEMPIRISMO O NEOPOSITIVISMO, para la ciencia, y la
denominación de PROPOSICIONES ANALÍTICAS DE LA
LÓGICA Y LAS MATEMÁTICAS para la filosofía.
Este grupo reunido
en Viena se movió bajo un interés común: el estudio de los fundamentos de las
matemáticas y de la lógica, teoría del conocimiento, lógica de las ciencias
empíricas y filosofía del lenguaje.
Todos los
componentes del grupo eran figuras relevantes en ciencia y en filosofía. Moritz
Schlick era catedrático de filosofía de las Ciencias Inductivas, en Viena. Hans
Hahn era matemático. Otto Neurath, sociólogo. Víctor Kraft, historiador. Félix
Kaufmann, abogado. Philipp Frank, físico.
Posteriormente
fueron uniéndose al grupo figuras tan prestigiosas como Kurt Gödel, Carl
Hempel, Alfred J. Ayer, Karl Popper, L.V. Bertalanffy y Rudolf Carnap.
Todos estos hombres
querían unificar criterios en torno al uso y abuso de terminologías científicas
y filosóficas a la hora de verificar la verdad de una proposición. ¿Hay
isomorfismo entre el lenguaje y la realidad? ¿Hay adecuación entre la palabra
(logos) y la cosa?
La verdad clásica, “veritas
est adaequatio intellectus et rei” ¿se corresponde aquí con esta indagación?
Despejar este
interrogante nos dispersaría por vías ya
holladas desde los empiristas ingleses y más recientemente por Kant con los
juicios sintéticos a priori (válidos para las matemáticas y no, para la
filosofía).
La ciencia
experimental incurre en el problema de la verdad científica verificable o
inverificable. Si lo primero, el sentido de la verdad es el sentido de la
verificabilidad (observación y contrastación). Si lo segundo, son palabras sin
sentido, (aunque aquí, Wittgenstein hace una salvedad y añade que “sin
sentido”, (refiriéndose a la filosofía), no quiere decir sin ningún sentido, (tal
como se infiere del lenguaje místico, religioso, ético o metafísico).
Wittgenstein
(1889-1951), nace en Viena, de familia judía. Sus primeros estudios fueron las
matemáticas y la física. Lee Los principios de matemáticas de B. Russell
(Principia matemática, 1910), se traslada
a Cambridge en 1912 para estudiar con él. De este encuentro sale “el atomismo
lógico” y el Tractatus
logico-philosophicus (obra que no verá la luz hasta 1921), una visión del
mundo como estructura lógico-matemática.
Teóricamente esta
visión es una construcción del mundo en el que sus elementos primarios son
concebidos como átomos independientes y aislados unos de otros y que un
lenguaje lógico se encarga de analizar y construir un sentido.
Todo suceso, todo
hecho que acaece es llamado “hecho atómico” con alguna significación expresada
mediante una proposición atómica también, y de cuya correspondencia isomórfica
surge la verdad.
Como resultado de
esta construcción teórica, una proposición lógica es un símbolo del “hecho”
correspondiéndose sus estructuras mutuamente en relación biunívoca, de tal modo
que el mundo del lenguaje figura o refleja el mundo de los “hechos” (que
Wittgenstein llama “teoría figurativa del sentido”).
Ahora bien, ¿por qué
esto es así?
El autor del
Tractatus no contesta, pero en las Investigaciones filosóficas recupera el
lenguaje ordinario como si con él incidiera en la roturación de un campo
metafísico inserto en las cuestiones éticas y religiosas.
En realidad, en las
proposiciones finales, a partir de la 6,4 manifiesta un espíritu místico y
sublime, como si nos estuviera amonestando de algo que se le escapa al lenguaje
y solo pudiera expresarlo en forma de deseo, silencio y perplejidad.
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