domingo, 29 de septiembre de 2013

RECAPITULACIÓN DEL CAPÍTULO 1: EL SABER FILOSÓFICO


No estoy seguro de haber llevado a cabo con claridad y transparencia, al menos para el público que me lo solicitaba, ese breve resumen del primer capítulo de SYMPLOKÉ: EL SABER  FILOSÓFICO, pero, necesariamente he tenido que ceñirme a los textos y, a veces, al vocabulario específico de la filosofía, con términos griegos. Si bien es cierto que quienes me pidieron ese comentario, solo tienen el recuerdo de haber estudiado filosofía en el Bachillerato, y ya es suficiente si han sentido la necesidad de ampliar conocimientos de esa índole.

La visión global de SYMPLOKÉ hay que enmarcarla en cuatro dimensiones: 1) la psico-biológica del hombre; 2) la lógico-racional; 3) la socio-estatal y 4) la trascendental.

A todas ellas les ha precedido EL SABER FILOSÓFICO, que ha tratado de situar el CONOCIMIENTO dentro de la larga evolución de la especie humana con sus connotaciones y desviaciones del recto saber según la primitiva concepción griega: saber como “ciencia” (“episteme”, en griego).

Por ello, se  ha hecho hincapié en que el conocimiento, ante todo, ha de ser crítico, es decir, no conformarse con la aceptación de las cosas tal como se nos aparecen, sino someterlas a una criba (Cicerón decía: ¡ojo! Se tiende más fácilmente a creer que a juzgar (“credere plus quam  judicare”)), de ahí que aparezcan los planos inclinados de los mitos, la magia, la religión y la pseudociencia o la pseudofilosofía, que  perduran hasta en nuestros días.

He apuntado el primer teorema de Tales de Mileto como el primer apuntalamiento científico, a través de la Geometría, y la filosofía que se desprende de él, como saber de segundo grado, puesto que lo que sucede allí no es más que una demostración que (a fortiori) se impone como una necesidad imperiosa a toda inteligencia humana sin que intervenga nada más que la naturaleza de las cosas, tal como son, como si el sujeto-operador fuera ella misma al margen de la regla y el compás, y que terminamos por declararlas “ciencias naturales” por oposición a aquellas otras en las que el operador (el sujeto) no es la “naturaleza”, sino el hombre mismo, objeto de ese estudio, como por ej. en las ciencias sociales (la historia, la antropología, la psicología…) en donde el operador (el sujeto, el hombre) es, él mismo, objeto de su estudio constantemente, (en la historia él es sujeto y objeto de esa historia; en la antropología y en la psicología sucede lo mismo).

En cuanto a las ciencias naturales hablamos de “a-operatorias”, y en las sociales, de “b-operatorias”.

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