No estoy seguro de haber llevado
a cabo con claridad y transparencia, al menos para el público que me lo
solicitaba, ese breve resumen del primer capítulo de SYMPLOKÉ: EL SABER FILOSÓFICO, pero, necesariamente he tenido que
ceñirme a los textos y, a veces, al vocabulario específico de la filosofía, con
términos griegos. Si bien es cierto que quienes me pidieron ese comentario, solo
tienen el recuerdo de haber estudiado filosofía en el Bachillerato, y ya es
suficiente si han sentido la necesidad de ampliar conocimientos de esa índole.
La visión global de SYMPLOKÉ hay
que enmarcarla en cuatro dimensiones: 1) la psico-biológica del hombre; 2) la
lógico-racional; 3) la socio-estatal y 4) la trascendental.
A todas ellas les ha precedido EL
SABER FILOSÓFICO, que ha tratado de situar el CONOCIMIENTO dentro de la larga
evolución de la especie humana con sus connotaciones y desviaciones del recto
saber según la primitiva concepción griega: saber como “ciencia” (“episteme”,
en griego).
Por ello, se ha hecho hincapié en que el conocimiento,
ante todo, ha de ser crítico, es decir, no conformarse con la aceptación de las
cosas tal como se nos aparecen, sino someterlas a una criba (Cicerón decía:
¡ojo! Se tiende más fácilmente a creer que a juzgar (“credere plus quam judicare”)), de ahí que aparezcan los planos
inclinados de los mitos, la magia, la religión y la pseudociencia o la
pseudofilosofía, que perduran hasta en
nuestros días.
He apuntado el primer teorema de
Tales de Mileto como el primer apuntalamiento científico, a través de la
Geometría, y la filosofía que se desprende de él, como saber de segundo grado,
puesto que lo que sucede allí no es más que una demostración que (a fortiori)
se impone como una necesidad imperiosa a toda inteligencia humana sin que
intervenga nada más que la naturaleza de las cosas, tal como son, como si el
sujeto-operador fuera ella misma al margen de la regla y el compás, y que
terminamos por declararlas “ciencias naturales” por oposición a aquellas otras
en las que el operador (el sujeto) no es la “naturaleza”, sino el hombre mismo,
objeto de ese estudio, como por ej. en las ciencias sociales (la historia, la
antropología, la psicología…) en donde el operador (el sujeto, el hombre) es,
él mismo, objeto de su estudio constantemente, (en la historia él es sujeto y
objeto de esa historia; en la antropología y en la psicología sucede lo mismo).
En cuanto a las ciencias
naturales hablamos de “a-operatorias”, y en las sociales, de “b-operatorias”.
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