domingo, 8 de noviembre de 2009

GNOSEOLOGÍA- EPISTEMOLOGÍA

GNOSEOLOGÍA-EPISTEMOLOGÍA ________________________________________ Tradicionalmente, desde los griegos, la gnoseología ha sido un tema siempre presente en la historia de la Filosofía. Solo recientemente ha pasado a formar parte como disciplina propiamente dicha, como teoría del conocimiento, sobre todo desde Descartes, pasando por Hume, Locke o kant. Y esto por una razón muy simple, a saber: el concepto de "conocimiento" no es un concepto unívoco. De hecho, se le sedujo como cuestión de posibilidad del propio conocimiento, como cuestión de su limitación o finitud ante la magnitud del Universo, la magnitud de la Naturaleza, la magnitud del Espíritu (véase Rickert o Windelband) y también como cuestión de fundamentación (Kant con su "sujeto trascendental"). Aquí anida la cuestión planteada por la Fenomenología por un lado, el Realismo y el Idealismo por otro, a grandes rasgos, según se dé prioridad a la realidad o datos externos o a los datos internos (innatismo, idealismo). Kant, terciando en la cuestión, (in medias res, como se acostumbra a decir), se decantó por el "a priori" (la internalidad) de las categorías, pero también, y al unísono, por el "a posteriori" (o la externalidad), ya que los conceptos sin la sensibilidad externa son ciegos y vacíos. Pero la cuestión fundamental, en la que entra a tajo G. Bueno, es la de la finitud o limitación del conocimiento. G. Bueno, frente a Piaget, sostiene que la ciencia no es conocimiento de tal modo que pueda concebirse una ciencia de las ciencias, o que en el ascenso del conocimiento (ad limiten) pueda hablarse tranquila y pacíficamente de una omnisciencia ocupada y ocupante de todo lo concebido y concebible (i.e. Dios y el hombre semejante a Dios, si no hoy, posiblemente mañana) Por eso para G. Bueno la gnoseología y la epistemología se asemejan, pero se disocian conceptualmente, porque no existe una ciencia,"la ciencia", sino muchas ciencias, y unas quedan limitadas por otras. La gnoseología, siendo una teoría de la ciencia, lo es sólo en cuanto analiza las disciplinas estructuralmente, es decir, en cuanto a su comportamiento de términos empleados, relaciones establecidas, operaciones llevadas a cabo &c. &c. Sin embargo, la epistemología analiza o fija su atención en la materia de esas mismas ciencias, ya que por ellas se distinguen unas de otras caracterizándolas como ontológicamente verdaderas o falsas. _________________ INNOVACIÓN EN EL AFAIRE FILOSÓFICO La innovación llevada a cabo por los escritos del Cierre Categorial nos sitúa en una perspectiva muy distinta de la visión que se venía manteniendo en las Escuelas y Universidades por profesores y alumnos al leer, no ya tanto las historias de la Filosofía en los manuales, cuanto las diversas corrientes filosóficas enmarcándolas en contextos inmovilistas o en cadenas de sistemas hipostasiados, como hayan podido serlo los realismos, los idealismos, los empirismos o los fundamentalismos. Esta innovación introducida por G. Bueno en su obra consiste en situar al lector desde un principio en una cosmovisión, que ya no consiste en ver el Cosmos como un Continente lleno y ordenado de cosas, sino que, mediante un giro de 180º, lo que aparece ante nuestros ojos no es una concepción previamente configurada e hipostasiada, puesta ahí para nuestra contemplación, como si el hombre no perteneciera a ella y se le concibiera como extraido de otro cielo u otra galaxia. No, sino que nos familiariza con una atmósfera que envuelve el “principio antrópico bioético” quedando este implicado en su constitución y transformación. El Mundo ya no es un objeto, (tan inmenso como se quiera), para un sujeto que lo contempla y lo relaciona en unas coordenadas de Macrocosmos-Microcosmos, siempre fantasiosas, sino una creación cultural cuya dotación de conceptos, ideas, y teorías, según el radio de acción civilizadora, irá acrisolándose en forma de ciencias. Nadie pone ya en duda que el hombre, mediante sus acciones y operaciones, es capaz de destruir el medio en el que se desenvuelve y dar al traste con todo su entorno, sin, ni siquiera, hallar refugio en el dintorno de su intimidad. Expresión de la efectividad positiva o negativa de estos resultados, en los que el hombre se halla inmerso, es su “hacer” en él, su operatividad en él. Y este hacer, guiado por un “saber”, tecnifica las cosas, las convierte en arte, en cultura. Y estos primeros nombres son también los primeros conceptos acogidos en sociedad y usados por ella para entenderse e intercambiar objetos, acciones y operaciones, siendo en esos ámbitos culturales entrelazados por las diversas culturas y costumbres donde aparecen las ideas como vehículos de comunicación más menesterosa, cuya fluidez de operaciones sociales y contrastabilidad, mediante la economía del lenguaje, se hace cada vez más perentoria, en un afán de dominio e intercambio comercial y de opinión en zonas geográficas más amplias. Si el hacha de sílex comenzó como primer nombre y como concepto dado a un producto técnico, acaba por ser al mismo tiempo una idea de herramienta de producción que, contrastada con otras de similar fin, termina en teoría, en especulación de la acción, contribuyendo a ampliar su ejecución, dando lugar así a una urdimbre de nuevas operaciones y nuevos productos culturales. Es por esto por lo que el concepto de ciencia, dice G. Bueno, pasa por varias fases: Cita: Si el hacha de sílex comenzó como primer nombre y como concepto dado a un producto técnico, acaba por ser al mismo tiempo una idea de herramienta de producción que, contrastada con otras de similar fin, termina en teoría, en especulación de la acción, contribuyendo a ampliar su ejecución, dando lugar así a una urdimbre de nuevas operaciones y nuevos productos culturales. Es por esto por lo que el concepto de ciencia, dice G. Bueno, pasa por varias fases: A - Ciencia como tecne, como arte en sentido técnico B - “ “ sistema ordenado de proposiciones (Aristóteles) C - “ “ aparición de las ciencias positivas ( siglos XVII-XX) D - “ “ “ “ humanas y sociales PROCESO DE DESARROLLO DIALÉCTICO DE LA TEORÍA GNOSEOLÓGICO-EPISTEMOLÓGICA Todos hemos oído o leido la frase de G. Bueno: “pensar es siempre pensar contra alguien o contra algo”. Frase que, por otra parte, ha despertado ciertos recelos entre gente no avezada en las cuestiones filosóficas. Si bien la filosofía no nace por generación espontánea ni por ocurrencia o fantasía literaria, ni es una reflexión sobre sí misma, sino, como tantas veces se ha dicho, es una reflexión de segundo grado, una reflexión sobre otros saberes establecidos; la razón por la que se ha llegado a la tesis o afirmación de que de lo que se trata aquí es de un materialismo gnoseológico es como resultado del contraste con otras teorías, contra otras teorías, contra las que piensa ahora el autor del CIERRE CATEGORIAL. Si se considera el concepto de ciencia en la tercera acepción, de las cuatro, el de la aparición de las ciencias positivas señalada anteriormente, y se hace uno la pregunta gnoseológica: qué tiene de específico ese status científico, cómo se ha gestado su aparición en el S.XVII y qué estructura diferencial con otras formaciones culturales se tiene como propio, nos encontramos con el hecho incontrastable de la aparición de diversas ciencias, irreductibles las unas a las otras, y en torno a las cuales asoman también las más diversas interpretaciones filosóficas acerca de su gnoseología, como conocimiento y su estirpe, y su valoración ontológica (epistemología) como aproximación a la verdad científica que quepa sostener según parámetros formalistas o materialistas: Si predomina la materia sobre la forma en la descripción de los hechos, independientemente de los modelos lingüísticos o matemáticos o lógicos, estaremos ante TEORÍAS DESCRIPCIONISTAS, cuya “verdad” vendría a ser una desvelación (aletheia) de la realidad. Estaría aquí el neopositivismo lógico del Círculo de Viena, con M. Schlick y Wittgenstein como los “voz cantantes”, el primero por ese empecinado “contacto con la realidad”, sin modulación posible por formalismo alguno, y el segundo con las “tautologías” famosas de la función del lenguaje molecular que repite el lenguaje de la realidad, como una diapositiva en negativo. El TRACTATUS y LAS INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS no hacen más que redundar en este aspecto de lenguaje-realidad y realidad-lenguaje, como si todo estuviera dicho y hecho, y lo que contara por encima de todo fuera el “hecho”. Si predomina la forma sobre la materia tendremos TEORÍAS TEORETICISTAS, según las cuales lo que cuenta son las construcciones teóricas que se aplican proyectándolas a la realidad, a los hechos hasta verlos encajar con ellas. Y así a una buena teoría, bien construida matemáticamente, correspondería la verdad científica por antonomasia. Aquí se encuentra K. Popper, Kepler, Deum Poincaré &c. Si Kepler, con aquella construcción matemática de la elipse con su afelio y perihelio, creyó que la verdad del comportamiento de los astros se iba a plegar a su teoría, está bien claro qué terreno pisaba. La concepción de Popper se ha impuesto en grandes círculos de investigación como si de un Pope se tratara. De hecho tanto La lógica de la investigación científica como Conocimiento objetivo se mueven en el pivote de la construcción teórica de la ciencia inconmovible hasta ser desplazada por la falsación de los hechos incontrastablemente. LAS TEORÍAS ADECUACIONISTAS pivotan tanto sobre la materia como sobre la forma a partes iguales, de tal modo que lo que cuenta es el reflejo de la realidad, como si de un isomorfismo se tratara. Es la adecuación del entendimiento con la realidad. Es la posición tradicional de Aristóteles. Y tanto el descripcionismo como el teoreticismo aparecerán como sus confrontaciones. La posición de G. Bueno a este respecto es la del MATERIALISMO GNOSEOLÓGICO MATERIALISMO GNOSEOLÓGICO G. Bueno, sin embargo, se enfrenta a estas tres teorías y se decanta por la posición del MATERIALISMO GNOSEOLÓGICO. Y ¿en qué consiste, en definitiva, el materialismo gnoseológico? Pues, sencillamente, en afirmar o sostener que el conocimiento no se genera en exclusiva ni por la forma del entendimiento, el formalismo, como vendrían a decir los teoreticistas, ni tampoco por la materia, el materialismo de los hechos, como dirían los descripcionistas. Pero tampoco los adecuacionistas pueden ser aceptados porque, aun dando igual primacía a la forma y a la materia en esa correspondencia armoniosa del entendimiento y la realidad, sin embargo, caen en el vicio de dar por supuesto que tanto la una como la otra están ahí, se las encuentra ahí, sustancializadas (hipostasiadas), la una dentro y la otra fuera del intelecto, como si estuvieran hechas la una para la otra desde toda la eternidad, como si esa fuera su naturaleza, su imperiosa necesidad. Vistas así las cosas, esto es un disparate para el materialismo gnoseológico, ya que, si la concepción del mundo para las teorías teoreticistas termina por declinar en un idealismo, al estilo de Fichte, en el que el mundo no sería sino una proyección de nuestra mente, la de los descripcionistas se decantaría abiertamente por un materialismo, pero un materialismo de lo más grosero, que les lleva frecuentemente a afirmar que el mundo todo es materia, o es química, o es energía atómica, hablando de Física o es genética, hablando de Biología &c. Estaríamos, con estas dos posiciones, la teoreticista y descripcionista, ante un monismo de lo más estrambótico. Pero, aún más lo sería el dualismo de los adecuacionistas, ya que su posición supondría dos mundos: el mundo del entendimiento, (mundo inteligible de Platón) y el mundo de la realidad, (mundo sensible, el de los sentidos), o el mundo del alma y el mundo del cuerpo, concepción que perdura hasta nuestros días en casi todos los tratados y en casi todas las ciencias sociales, antropológicas e históricas, (el espíritu del pueblo, el Wolgeis alemán). El materialismo gnoseológico ataca frontalmente al monismo como si de una sola categoría científica se tratara en el uno como en el otro (idealismo-materialismo) en su intento de unificar (“ciencia unificada”) el mundo, al concebirlo como si todo estuviera relacionado con todo ( ya sea en el espíritu, ya sea en la materia), y donde, ya primase el espíritu, el alma, la forma, el wolgeis &c. o primase la materia, se deduciría esa relación de todo con todo, en un nivel o en otro, según las posiciones. El adecuacionismo, el dualismo, al concebir dos mundos sustancialmente separados, el del espíritu y el de la materia, pero conectados para gestar el conocimiento científico, cae en la falacia de ver la verdad del entendimiento separable de la verdad de la realidad. Y aquí es donde frontalmente sale al paso el materialismo gnoseológico afirmando que “ni la materia ni la forma de los cuerpos científicos pueden tratarse como si fueran partes sustantivas e inteligibles por sí mismas” (4), pág.34, de “¿Qué es la ciencia? _

________________ LA IDENTIDAD SINTÉTICA COMO VERDAD CIENTÍFICA EN EL MATERIALISMO GNOSEOLÓGICO.

Si toda teoría científica guarda una relación con la verdad que se busca, la gnoseología y la epistemología en relación dialéctica, mediante posiciones de negación-afirmación, en su rango de “conceptos conjugados”, como puedan serlo conceptos tales como sujeto/objeto o materia/forma, &c. juegan un papel de interacción entre la materia y la forma, entre el sujeto y el objeto, entre la acción y la operación, entre la estructura de ese conocimiento y su valoración científica, (verdad científica), de tal modo que la circularidad que vaya estableciéndose entre términos o materiales y operaciones o formas produce un cierre de operación sobre el material (pues de lo contrario estaríamos ante un movimiento mecánico loco sin prospectiva alguna), o dicho de otra manera, se produce un ajuste entre el sujeto/objeto o campo, o entre lo subjetual/objetual. Y esto es lo que se entiende por identidad sintética. (tal vez por el paralelismo kantiano de los “juicios sintéticos a priori”). La ciencia comienza por la técnica, por la acción sobre las cosas, operación con las cosas, de tal modo que, al considerar las partes materiales y las partes formales, estamos trazando un hilo de conexión entre ellas hasta el punto de no poder distinguirlas en su autonomía, y procedemos a disociarlas intelectualmente, porque hasta el ejercicio mismo de las operaciones en el laboratorio puede quedar incorporado como material, o el manejo de instrumentos técnicos empleados, como puedan serlo el microscopio o el telescopio, por ejemplo. Al ser esos productos técnicos los sujetos mismos de la operación, juntamente con los sujetos operatorios, (sujetos gnoseológicos), estas partes materiales pasan a ser formales al mismo tiempo en un todo material operacional. Razón esta por la cual, a veces, puede ser más claro y transparente emplear los términos subjetual/objetual, porque es todo un conjunto material/formal el que representa la realidad buscada, la verdad científica como identidad sintética de partes materiales/formales integradas en un todo científico que ha partido de una mínima unidad, como pueda serlo el átomo en física, la célula molecular en biología o la nación en ciencia política, como habría dicho Clausewitz, el general prusiano del S. XIX. Las ciencias se clasifican tanto por sus partes materiales como por sus partes formales en esa polaridad de sujeto/objeto, sin menoscabo del contexto cultural en el que se desenvuelven, que hay que tener en cuenta tanto en cuanto a variables culturales que pueden modificar los contenidos objetuales como los subjetuales. Sirvan de ejemplo las comunidades científicas que influyen como sujetos operatorios en las direcciones científicas e investigaciones o campos a investigar, de tal modo que el cuerpo de las ciencias se puede ver modificado o alterado por el llamado “espacio gnoseológico”, es decir, por el ángulo de la perspectiva desde la que se habla, (la sintaxis), por el ángulo de la perspectiva del que escucha, (pragmática), y por el ángulo de la perspectiva del que interpreta, (semántica). Voy a poner un ejemplo, antes de seguir adelante, mediante la fórmula de una función de variables: f(x)=y. Si analizamos un producto o resultado “y” en nuestra investigación sobre, por ej., la justicia en España hoy, advertiremos que, dependiendo de la función de variables culturales “f(x)”, tales como puedan ser la Fiscalía General del Estado, las corruptelas judiciales, las ideologías partidistas o intereses pedestres de toda índole, la relación o polaridad entre sujeto/objeto de la investigación jurídica, entre contenidos materiales/formales o la polaridad subjetual/objetual (al intervenir varios sujetos y varios objetos), inclina la balanza de la justicia muy esencialmente hacia un lado o hacia otro, de tal manera que pudiérase afirmar sin la menor zozobra que cada pueblo tiene la justicia que se merece y a la que ha contribuido a labrar con su mecenazgo cultural o iletrado. Este espacio gnoseológico del que venimos hablando no se puede obviar en sus tres dimensiones: sintáctica, pragmática y semántica, porque a cada una de esas perspectivas, desde las que se contemplan las exposiciones científicas en sus proposiciones gramaticales, corresponden otras tantas figuras de las ciencias, como son: Para la perspectiva sintáctica, Figuras de las Ciencias con términos, relaciones y operaciones. Para la perspectiva semántica, Figuras de las Ciencias con referenciales, fenómenos y esencias o estructuras. Para la perspectiva pragmática, Figuras de las Ciencias con normas, dialogismos y autologismos. Tanto los términos como las operaciones y las relaciones, desde la perspectiva sintáctica se hallan implicadas en todas las ciencias, acciones o técnicas. Los términos, de carácter corpóreo, aunque no siempre visible (una onda por ej.) se hallan presentes en toda ciencia confrontada con una realidad tangible. Las operaciones configuran culturalmente esa misma realidad por la acción de los sujetos operatorios. Las relaciones que se establecen entre los contenidos materiales (términos) y los formales (operaciones) surgen como proporcionalidades matemáticas entre el “finis operantis” y el “finis operis”, es decir, entre lo que se “hace” y el fin por el que se hace (lo que se quiere “hacer”), es decir, que la relación entre términos y operaciones no es sino la aplicación atributiva de la parte al todo, el fin de la obra. Pongamos el ejemplo tradicional de la transformación del sílex en hacha musteriense: ¿Qué sucede allí cuando se rompen las lajas de un informe pedrusco? La devastación, (operación), de las lajas, (términos) se está llevando a cabo, proporcionalmente, (relación), al fin de la obra, (hacha), musteriense, (hacha cultural). Relación proporcional, numérica, matemática, entre el “finis operis” y el “finis operantis”, entre lo que se hace y el fin para el que se hace (lo que se persigue hacer). Cada una de estas Figuras de las ciencias, al intersectarse con las demás (nueve combinaciones), aparecen referencias físicas (referenciales), (la ciencia no opera con espíritus ni con quimeras), fenómenos y estructuras esenciales, desde la perspectiva semántica. Aparecen también, ahora desde la perspectiva pragmática, normas o leyes, dialogismos (universalización de la ciencia) y autologismos (fiabilidad del sujeto operatorio en su propia obra. Desde todas ellas: sintácticas, semánticas y pragmáticas, se contemplan tres niveles de materialidad: Primer nivel términos Segundo “ operaciones Tercer “ relaciones El MATERIALISMO FILOSÓFICO sostiene, por tanto, un pluralismo material, frente a los monismos materialistas o idealistas, aunque con distintos grados de materialidad. LA IDENTIDAD SINTÉTICA EN LAS CIENCIAS NATURALES Y EN LAS CIENCIAS HUMANAS. Una ciencia se construye y reconstruye bajo el supuesto de una estructura en partes formales/materiales, con un”progresus” y un”regresus”. Se entiende por regreso aquella unidad mínima desde la que se parte y a la que se ha de volver tantas veces como lo requiera la investigación científica para justificar la dirección en la que uno se halla y el punto de encuentro con el progreso de esa misma investigación en la búsqueda de la verdad científica, que es lo que se persigue en un cierre categorial. Sin embargo, si es cierto lo sostenido en las páginas anteriores sobre la identidad sintética como hilo conductor de la relación de la materia /forma o del sujeto/objeto para despejar una verdad científica, deberíamos justificar del mismo modo la identidad sintética para las ciencias naturales y las ciencias humanas. Pero antes habría que justificar la aparición en la historia de las mismas ciencias como tales y su clasificación en naturales y humanas. En el S. XVII y XVIII con Descartes, Leibniz y Kant, como destacados autores, aparece la Matemática y la Física en el horizonte del conocimiento y su interferencia con la filosofía tal como venía entendiéndose desde la edad media y la escolástica. En el S. XIX, Augusta Comte pone en cuestión la cientificidad de la misma Teología y la Metafísica anunciando el positivismo como el estadio definitivo de la ciencia a la que había que atenerse en adelante. Pues, si bien en el estadio primitivo reinó la Teología en forma mitológica unas veces, como el fetichismo, con atribución de poderes a las cosas animadas, como bosques, fuentes, montañas &c., o en forma de poderes personales, otras, como el politeísmo, o en un Dios único, como el monoteísmo. En el estadio metafísico son las entidades abstractas las fuerzas, esencias o naturalezas mismas las que rigen las conductas y explican los fenómenos. En el estadio positivo el hombre ha dado un salto de gigante, dice Comte, porque ha dejado atrás la ficción y la quimera y se ha adentrado en la realidad positiva con la aprehensión de la experiencia sensible externa e interna captando la constancia de los fenómenos y sus leyes, que es lo que da formulación científica a los conceptos sobre la realidad. Esto dicho brevemente, la historia quedó abierta a nuevas posiciones tales como los neokantianos con las Escuelas de Marburgo y Baden, destacando en la primera H. Cohen con su dosis de ética para toda ciencia (“lógica de las ciencias del espíritu”, lo llamó) de modo que será inconcebible ya una ciencia del Derecho o una sociología, tal como habría sido instaurada por Comte, sin un eticismo, sin un humanismo social, sin un etiquetaje moral. Así quedaron las cosas en esta Escuela después de que E. Cassirer y otros liquidaran el asunto “Kant” eliminando el “Noúmeno” o cosa en sí, como se elimina todo lo oculto al entendimiento (léase metafísica). Serán las formas las que primen la investigación en lo sucesivo hasta quedar la filosofía reducida a teoría del conocimiento La Escuela de Baden, con Windelband y H. Richert a la cabeza, concentra su atención en la distinción de ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, reservando para estas últimas la indagación de los valores que rigen los actos humanos, y a esto lo llama “cultura” estableciendo así una división de la ciencias en “ciencias naturales y ciencias culturales” porque si bien las ciencias naturales se especifican por sus objetos materiales, también deben especificarse por sus formas, como la significación peculiar que caracteriza un proceso cultural de índole moral. De aquí que el método de interpretación histórica de las ciencias es ineludible. _________________ G. Bueno habla de espacio cosmológico para las ciencias de la naturaleza y de espacio antropológico para las ciencias humanas, culturales o del espíritu, si bien clasificando estas últimas en los tres consabidos ejes: 1- eje circular, donde, como su nombre indica, circula una intercomunicación entre personas individual y socialmente consideradas, como se manifiesta en la Política, la Sociología, la Ética, la Moral o el Derecho. 2- eje radial, donde el radio de acción de esas mismas personas se adentra en un espacio de la esfera que roza lo tecnológico, lo artístico &c. 3- eje angular, en cuyo espacio las relaciones adquieren una fisonomía de nuevo cuño, que podría llamarse nouménica, y que daría lugar a la dimensión religiosa, tan real como las demás. Si las partes y procesos, que implica el análisis de una ciencia, nos envuelven en una complejidad sintáctica, pragmática y semántica, ( por aquello de que todo queda matizado y hasta alterado por los puntos de vista del que habla (sintaxis), del que escucha (pragmática), o del que interpreta (semántica), ello es debido a la solidez o fragilidad con que va apareciendo una urdimbre de términos, relaciones y operaciones que reclaman ser anudados como cierre de una operación científica, de una identidad sintética, en la que la materia se especifica por la forma y la forma por la materia, (ninguna de las dos, materia/forma, han de ser consideradas como entidades exentas, como algunos todavía sostienen en sus exposiciones científicas). Las operaciones, en la medida en que queden neutralizadas por la internalización de la constitución de la malla científica, delatan el grado de firmeza que pueda atribuirse a las ciencias naturales y a las ciencias humanas. Aquí es donde aparecen las dos situaciones siguientes: 1- Situación A 2- Situación B La situación A sería aquella en la que el sujeto gnoseológico pareciera haber desaparecido del campo de la ciencia, (es decir, el hombre, el científico no interviene en su constitución interna, aunque lo haga externamente), y fuera la propia Naturaleza, (Naturaleza, con mayúscula, tal vez el mito de la Naturaleza, que quedaría por dilucidar) la que ejerciera como sujeto operatorio de las ciencias naturales: Física, Química, Biología Molecular. Piénsese en el sistema operatorio de Newton ante la ley de la gravedad. ¿Dicha ley es un enigma de descubrimiento y justificación detrás del cual se ocultaría el verdadero Sujeto Operatorio, que es Dios? En la situación B, sin embargo, el sujeto gnoseológico forma parte del objeto o campo de la ciencia, y aquí las cosas cambian porque el sujeto operatorio cumple dos funciones a la vez: la de sujeto y la de objeto. Es el caso de las ciencias humanas: Etología, Antropología, Ciencias políticas y Económicas &c. Ahora bien, dilucidar el sujeto operatorio tanto en las ciencias naturales como en las humanas, requiere metodologías propias de cada campo: Metodologías a-operatorias Metodologías b-operatorias Es ineludible precisar que en las ciencias humanas el sujeto gnoseológico, o sea, operatorio, no es un sujeto psicológico, cuya presencia representase tan sólo el papel de consciencia o reflexibidad sobre sí mismo, (como sostendría Piaget), sino un sujeto, que aún formando parte del campo en calidad de objeto, es él mismo operatorio con intervención directa en el proceso y en la relación del resultado o cierre, (que no clausura), de la investigación científica. Más aún, si la neutralización de las operaciones es condición necesaria para que la virtualidad de la verdad científica, (mediante la identidad sintética que venimos sosteniendo), fluya entre los elementos que intervienen en el campo y sus relaciones de conexión, entonces las ciencias humanas dejan mucho que desear en cuanto al grado de cientificidad en sus campos y en sus resultados como ciencias. En las ciencias naturales, sin embargo, aunque hay operaciones, son siempre exteriores al campo de constitución interna e inmanente de dichas ciencias. Valga un ejemplo: la constitución de la química como ciencia, como cierre químico, tendrá que atenerse a la tabla periódica de los 173 elementos químicos. Podríamos multiplicar los ejemplos en física o en biología molecular, cuyos parámetros nucleares rebasan en cada campo las intervenciones operatorias de descubrimiento o justificación científica. Detrás de cada posición científica hay una filosofía. Así por ejemplo, en el fundamentalismo cientifista del descripcionismo su visión científica implica una filosofía fusionada con la ciencia en forma de estrecha relación entre ciencia y mundo como totalidad de conocimiento. En el adecuacionismo hay un fondo filosófico de armonía o isomorfismo entre el mundo de las formas y el mundo de las realidades, que se adecúan mutuamente en una simbiosis sustentada por el Supremo Creador del Universo desde el principio de los tiempos. En el teoreticismo la sustantivación de las formas aislada de la materia de las ciencias o la realidad del mundo da lugar a la sustentación de un fondo filosófico de escepticismo o agnosticismo, es decir, que nada sería posible sostener con firmeza en este mundo. En el materialismo filosófico la pluralidad de las ciencias permite la conexión entre los conceptos de sus diferentes contornos o campos científicos rebasando sus ámbitos categoriales (o de cada ciencia, digamos; ya sean conceptos biológicos, físicos o químicos) y dando lugar a las ideas propiamente dichas, que son aquellas de las que se debe ocupar la verdadera filosofía, (sin que tenga nada que ver con la filosofía verdadera). Estas ideas adquieren denominaciones como Causa, Estructura, Fin, Tiempo, Espacio, Libertad, Hombre, Dios, Ciencia, Cultura &c. Por tanto, la filosofía del materialismo filosófico, con sus tres géneros de materialidad (M¡ M¡¡ y M¡¡¡) abarca un campo específico: las Ideas y sus conexiones, su symploké, es decir el entretejido de una malla compleja, que no pretende ni sustantivarse, (hipostasiarse), ni eternizarse como filosofía perennis, sino enraizarse en los procesos evolutivos e históricos por la acción del desarrollo tecnológico y científico, que es de donde salió: es su regresus y su progresus. _________________ Jose Luis______________

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