sábado, 28 de enero de 2012

LA TRAVESÍA DE D.DESIDERIO EN 82 AÑOS

1. LA TRAVESÍA DE D. DESIDERIO EN 82 AÑOS



2. LOS ÚLTIMOS DÍAS DE D. DESIDERIO
3. (yo fui testigo)


4. La muerte de Derio, (como yo le llamaba), me conmovió. Ello sucedió a las cuatro y media de la mañana del jueves, 9 de agosto de 2007, después de tres días de postración (en cama) irreversible.

5. Yo estuve con él los últimos días de actividad en el Valle de Pesaguero. De hecho, sustituí al taxista, lo recogí en mi coche y nos dirigimos a la iglesia de Barreda a las dos menos cuarto de la tarde como último lugar de la jornada dominical.
6. El estaba abatido. Aunque venía arrastrando, desde meses atrás, un malestar que acusaba de modo evidente en sus desplazamientos, ese día, sin embargo, el cansancio se acentuó plomizamente, y su cara desencajada me preocupó. No obstante, ninguno de los dos osó rasgar aquel silencio cómplice con el más mínimo comentario al respecto.
7. Nadie se acercó ese día al pórtico de la iglesia, donde suele concentrarse la gente que espera la llave que abra la cancela. Los motivos de ese desencuentro, ese día, los ignoro.
8. Entramos en la Iglesia, nos sentamos cómodamente en uno de los bancos de madera recién estrenados en sintonía armoniosa con el conjunto arquitectónico, y, de repente, advertimos como una losa la soledad inmensa que se cernía sobre nosotros.
9. Rompiendo aquel espeso silencio, le comenté cómo aquel recinto claustral, después de su última reforma hecha por él, guardaba unas proporciones inimaginables con el conjunto del edificio y el lugar donde se anclaban sus cimientos. Desnuda la piedra, como a él gustaba, realmente te sentías transportado al otro lado de la alta Edad Media, como si de un claustro-románico- monacal se tratara.

10. A continuación bajamos hasta Pesaguero y comimos en el Hoyal, regresando a la Residencia de Potes, y, casi ya sin demora, se retiró a su habitación-guardilla a descansar, no sin yo haberle advertido que me tenía a su disposición la semana entrante.
11. De hecho esa semana transcurrió para él en visitas al médico en Torrelavega acompañado de sus familiares (y un sobrino médico).
12. Desde entonces no levantó cabeza; y ya, de hecho, no le volví a ver hasta unas horas antes de su muerte en la casa de la Vega.
13. Tuve la esperanza, cuando me acerqué a aquella habitación, de que todavía podría articular alguna palabra, pero su aspecto completamente extenuado y sedado impedían cualquier intento de comunicación. Bien que lo sentí. A los dos nos hubiera gustado sellar una breve despedida. A continuación, quien se derrumbó fui yo sumido en un incontenible sollozo.
14. A veces, así son las despedidas de tus mejores amigos. No están ya disponibles. Adiós, para siempre. Un hueco de lo eterno ha sido ocupado por él. El resto, sí que ya, es silencio.


15. SU PERSONALIDAD

16. Era un hombre afable, de una gran humildad, dispuesto en todo momento a escucharte y ponerse en tu lugar, es decir, comprenderte, como si con ello quisiera dar pruebas de que su misma conducta antropológica no se distanciaba mucho de la de cualquier otro. Lo que en Psicología social ha venido en llamarse empatía.
17. El era consciente de lo innecesario de grandes estudios para poseer la ciencia y la conciencia de que todos estamos tejidos de las mismas mimbres y acarreamos el mismo canasto con los enseres más diversos entremezclados en él.
18. Nada ni nadie pudo alterar su corazón como contravenido y extraño, salvo excepciones puntuales donde el genio y la figura no dejaban de apuntalar su personalidad. Pero jamás, y de ello puedo dar testimonio, guardó rencor a nadie ni habló mal de nadie. Aunque motivos los hubiere por doquier.
19. Su vida transcurrió sin grandes alteraciones ni sobresaltos, pero si alguno le sobrevino lo supo encajar oportunamente.
20. Conocía entrañablemente al lebaniego. Sabía de sus virtudes y sus debilidades, y en consecuencia así los trataba.
21. Sin embargo, también emergía del fondo endotímico de su carácter un genio que hacía ponerse a buen recaudo a su interlocutor. ¿Qué pasaba entonces por el interior de su personalidad? Ni siquiera él hubiera podido responder. Pero lo cierto es que de un equilibrio psicológico estable, y por tiempo indefinido, nadie puede presumir ni por edad ni por conocimiento.

22. La psicología moderna, habiendo superado las corrientes de pensamiento de interpretación de la conducta en términos de estímulo-respuesta, aún tímidamente se atreve a diagnosticar trastornos de conducta.
23. Cuando al sujeto de atribución se le adjudican sentimientos encontrados y contradictorios, suele dictarse sentencia fácil: son rarezas.
24. Sin embargo, la vida es más compleja. Se halla entretejida de relaciones personales que, a su vez, implican más cosas que una. Y lo que en la matemática se opera como una función de variables, (f (x)=y), al aplicarse a la vida de cada uno termina siendo un subproducto de la vida de los demás. Nuestra vida (y) se halla en función de (x) relaciones humanas, sociales, culturales, religiosas y hasta en la toponimia del paisaje.
25. No en vano, no solo los genotipos sino también los fenotipos singularizan.

26. Desiderio siempre tuvo un concepto de la psicología como una disciplina que parecía preocuparse tan sólo de la censura de nuestra conducta, y no le faltaba razón. Y así, hoy, aparece en las pantallas de Televisión como un corrector de conciencias o un consolador de afligidos.
27. Sin ella y sus patrones de medida, el hombre se conduciría libre y espontáneamente en sus espacios y sus tiempos, mediante coordenadas que solo él puede fijar en el enfrentamiento con la realidad. Al fin y al cabo, no otra cosa es lo que nos enseña la vida de cada día y de cada cual.

28. En este sentido, D. Desiderio no fue nunca instigador de conciencias ni fiscal de culpabilidades. La culpabilidad le fue ajena en sus consejos.
29. De ahí que el confesionario fuera para él la verdadera filosofía de la vida cristiana, no lejos de aquella concepción medieval, (la filosofía al servicio de la teología).
30. Del mismo modo, la psicología era, para él, el bálsamo de la comprensión de cada situación humana, y la teología era el perdón.
31. Con estas tres disciplinas: la Filosofía, la Psicología y la Teología, entendidas de este modo, la administración de las conciencias quedaba a buen recaudo en el Sacramento de la Penitencia.


32. LA TRAVESÍA : ENTRE ESCILA Y CARIBDIS

33. Cuando uno se encuentra en medio de aguas borrascosas que agitan el mar, (como nos recuerda la Odisea de Homero en su regreso a casa, Ítaca, la casa de su hogar), y las Sirenas, con su bello canto, intentan distraer el rumbo de su navegación y zozobrar al dulce reclamo de la cítara y la flauta, Ulises, (D. Desiderio), impertérrito y atado al mástil del navío, logra burlar la irresistible música, y por entre las rocas de Escila y las profundidades abisales de Caribdis huye mar adentro buscando puerto donde amarrar el barco.
34. Es la vuelta al hogar. ¿Qué hogar? El primero, su querida Liébana, a donde regresó del Seminario para quedarse. El segundo, la muerte, para no volver.
35. Una dramática situación, cuyas cicatrices inexorables reclaman una justificación.
36. Si traigo a colación esta figura literaria de la tragedia homérica, no es sino porque describe mejor que cualquier otra la travesía de la conciencia de D. Desiderio en 82 años.
37. En medio de aguas embravecidas y agarrado al mástil de una férrea voluntad, no sucumbió al canto de ninguna sirena.
38. Ordenarse en el año 52 era aceptar el reto de una travesía entre el desgarro de una guerra civil, que había destrozado el país económico, social, cultural y religiosamente, y la restauración y conciliación de un entendimiento entre las clases enfrentadas.
39. Años duros de Seminario, años duros de posguerra en todos los rincones del territorio nacional.
40. Convertido en Cuartel, durante la contienda, el Seminario de S. Froilán de León, a cuya Diócesis perteneció Liébana, a excepción de unos pocos pueblos, que lo eran de Palencia, hubo de cerrarse, a medio curso, viéndose truncada la función normal de los estudios establecidos. De hecho, D. Desiderio tuvo que interrumpirlos, por espacio de un tiempo, en el que se retiró a Señas, (La Vega), para recobrarse de una afección pulmonar. Fue allí donde, al visitarle yo, con 15 años y él 24, se forjó nuestra amistad para siempre.

41. Sin embargo, él se reservó su intimidad en asuntos muy personales. Por ello, tal vez, el tesón con que emprendió sus estudios y el término con el que los concluyó, expliquen en buena medida la idiosincrasia que le caracterizaba.
42. Me refiero al tesón con que acogía la norma y a la liberalidad con que podía conculcarla sin violentarla.
43. Su propia concepción de la vida cristiana suplantaba con creces a la teológica y la filosófica. La Teología dormía el sueño de los justos, y la Filosofía era alanceada en cada justa que había que sostener en los caminos escabrosos de las conciencias, (el Sancho del Quijote).
44. Y de esto, sin embargo, nunca hablamos en nuestras tertulias y paseos solitarios. Este tema quedaba a salvo en su intimidad. ¿Por qué? Tal vez porque prefería no entorpecer su vida sencilla con la complejidad de temas abstrusos y quijotescos que no llevaban sino a diversidad de criterios y a muy pocas o escasas soluciones.

45. El Sacramento de la Eucaristía y de la Penitencia debió de formar tempranamente el núcleo medular de su visión del Mundo.

46. El Código de Derecho Canónico establecía que un sacerdote no podía celebrar más de tres misas los días festivos y solo una los demás. Él decía catorce, si hacía falta. Esta normativa venía implantada desde el Concilio de Trento, del S. XVI. Todo esto, sin embargo, era papel mojado para él, y si alguien se percataba de esa anomalía, miraba para otro lado, ya fuera el Obispo o cualquier cura párroco que se aprovechaba de su disponibilidad. De hecho, fue cura de toda Liébana y parte de Peñarrubia, a donde yo mismo le llevé a algún entierro por ausencia del encargado.



47. EL CONCILIO VATICANO II


48. El Concilio Vaticano II (1962-65), además de una puesta al día en el aspecto doctrinal, aportó nuevas reglas de juego y transmutó conciencias y voluntades en el mundo entero, incluido el no católico.
49. El aire de libertad individual se mascaba en el ambiente y terminó por contagiar al colectivo, aunque la inversa también es posible, puesto que un espíritu de independencia, hasta de las naciones bajo régimen colonial, se extendió de modo irreversible a todos los campos de la cultura, la política y la religión.
50. La Teología se diversificó en las más insospechadas especialidades, y la Filosofía dejó de estar al servicio de la Teología, como en la Edad Media.
51. Sólo a título de muestra nombro algunas teologías y movimientos
52. a fin de ver el diseño con que estaban concebidas y la frontera ideológica que venía marcada desde tiempo atrás por los grandes sistemas teológicos de mitad de siglo, desde K. Rahner en el catolicismo, y K. Barth, Bultman y Tillich en el protestantismo y cuya configuración fue así:

53. Teología política, Teología de la liberación, Teología antropológica, Teología de los cristianismos &, hasta Teología analítica (al hilo del desafío empirista filosófico del Circulo de Viena, en los años veinte del siglo pasado).
54. De aquí se derivaban también los diversos movimientos catecumenales, nuevos catecismos (cf. el holandés), nueva liturgia, un enjambre de siglas, como JOC, HOAC &, que pretendían poner en vanguardia las conciencias más conspícuas al servicio de la Pastoral.
55. D. Desiderio vio todo esto como el sol de un día. Sin afectar para nada el rumbo pastoral que él se había trazado.

56. A Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II, le sucedió Pablo VI.
57. Durante sus Pontificados el mundo enardeció y quedó prendido al carro del cambio doctrinal, litúrgico y el modo de vestir. El latín desapareció de los Misales y Rituales. El intercambio con el clero exterior y los viajes contribuyeron a visionar un mundo más amplio. En Francia, por Ej., se vestía traje normal, incluso sin klerman, con una minúscula cruz prendida en la solapa.
58. Las costumbres se globalizaron, y por todas partes cristalizó un nuevo modo de pensar cultural y religiosamente.
59. Parecía vislumbrarse en el horizonte que la jerarquía eclesiástica decidía salir de la sacristía y confrontar su autosuficiencia teológica con las especulaciones antropológicas y filosóficas del momento.
60. Se estaba esperando, como agua de mayo, un cambio más profundo en las estructuras de la Iglesia que, sin embargo, nunca llegó.

61. A la Mater et Magistra y la Pacem in Terris, de Juan XXIII, sucedió la Populorum Progresio, de Pablo VI, en la línea de la “necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”.
62. La actividad pastoral quedó polarizada en la “cuestión social”. Emergió el cura obrero y la teología de la liberación.
63. Juan Pablo II quiso poner orden a uno y otro extremo de ambos continentes en alguno de los problemas suscitados al respecto.
64. Pero el “cisma silencioso”, como llegó a llamársele, se cernía en el centro de Europa y dentro de la misma institución eclesial. Crujió, por algún momento, el temor de una escisión, no cruenta, pero similar a la Reforma protestante del siglo XVI.
65. Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, Holanda, Francia e Inglaterra fueron pioneras de una auténtica revolución de ideas y plataformas eclesiales.
66. De ellas surgen los mejores teólogos:
67. Kart Rahner, Hans Küng, J. B. Metz, Norbert Greinacher o Eugen Drewerman son algunos de los más destacados.
68. La investigación teológica conmovió frontalmente los cimientos del dogmatismo, autoritarismo y centralismo del Vaticano.
69. En 1989, (año también de la caída del Muro de Berlín) salió a la luz pública un manifiesto, llamado “Declaración de Colonia”, en el que unos doscientos teólogos de primera línea denunciaban la tendencia del Papa, Juan Pablo II, a ejercer de manera abusiva su autoridad eclesial en materias concernientes a las conciencias individuales, como la materia sexual: uso del preservativo o la píldora anticonceptiva o la homosexualidad, además de otras intromisiones en materias de libre investigación histórica e interpretación de la Tradición.
70. El entonces cardenal Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, (hoy Benedicto XVI), salió al paso de la llamada por él “rebelión de los teólogos”, condenando a algunos de ellos al ostracismo más inhumano, como la destitución del obispo de Evreux, en Francia, Jacques Galliot, o la expulsión de E. Drewerman de su cátedra de Teología por la publicación del libro “Clérigos. Psicodrama de un ideal”, cuya lectura, de casi 800 páginas, me conmovió hace unos años, (traducido al español en Editorial Trotta).
71. Media Europa se sintió escandalizada por la aparición de este libro. En él se hace una profunda crítica a la “Iglesia”, (Institución), como no se había hecho nunca, eso sí, desde un punto de vista psicoanalítico. El subtítulo “psicodrama de un ideal” da buena cuenta del problema fondeado. En buena medida se libran allí, dentro de las conciencias, batallas dramáticas, como si de una tragedia griega se tratara. Parece como si se reprodujera y reavivara (como diría Fco. Rodríguez Adrados) todo un revivals de la cultura griega de Eurípides, Sófocles o Esquilo.
72. Por una parte, se analizan las estructuras de la Iglesia como una composición autoritaria y rígida que se arroga el derecho en exclusiva de administrar la fe depositada en ella y proclamar el “dictum veritatis” “fuera de la iglesia no hay salvación”. Y por la otra, no menos alucinante, se analizan las estructuras psíquicas del grupo de personas que se dicen representar a la “Iglesia de Cristo” proclamándose funcionarios y monopolizadores de la religión, o lo que entienden por ello, con exclusión de todos los demás. Más tarde proliferaron libros como “Teología del laicado” con un claro perfil de una nueva perspectiva religiosa.
73. El diagnóstico resultante, que extiende el autor a la misma naturaleza humana y a los “humanismos reinantes” dentro del actual sistema social y político, es impresionante. Las ciencias neurológicas tendrán que agudizar su ingenio en materia religiosa a fin de despejar tanta conciencia confusa y golpeada por la estricta norma canónico- jurídico-religiosa.

74. A todo esto ha de añadirse que también se esperaba de los Seminarios diocesanos, constreñidos ayer a su demarcación geográfica, que hubieran desaparecido como tales por completo y convertido en una especie de Colegios Mayores preuniversitarios y dar el salto a una Licenciatura civil, condición (sine qua non) para ser ordenados, previa contrastación antropológica de estudios teológicos en profundidad.
75. Sin embargo, no fue así y nunca estuvieron peor sus candidatos que hoy en cuanto a nivel cultural y social. Eso sí, sabrán informática, pero eso también lo hicieron los de la LOGSE, y no sirvió sino para ecualizar la estandardización y la superficialidad.
76. La inmadurez es acusada tanto en sus ademanes sociales y pastorales, como en su espíritu y religiosidad.

77. La calidad de su profesorado también ha estado en baja, y las consignas que se transmiten son siempre las mismas, traduciéndose ineludiblemente en normativas eclesiales por las que se han regido sus conductas en el internado, y después en la sociedad. Adolecen de la más elemental integración social y una visión del mundo miope y superficial.
78. Es como si hubieran sido diseñados y enseñados tan sólo para presidir entierros y misas dominicales, sin más dubitaciones ni inquietudes intelectuales que requiriesen un esfuerzo personal o imaginario, (siempre individual), al que pudiera confiársele la espera desesperada de una verdadera esperanza de renovación de una Iglesia al día. Ese salto aún no se ha dado, y nunca se dará desde arriba. Tendrá que venir impelida desde abajo, desde el “Vox populi”, como ha sucedido con las revoluciones y contrarrevoluciones políticas y los alcances democráticos, la destrucción de las tiranías, las alianzas y los consensos.
79. De hecho todos los Concilios, desde el de Nicea en el año 325 hasta el Vaticano II en el año 1962-65, si bien, convocados por la autoridad civil o eclesiástica fueron instados desde las bases o Comunidades, tal como se infiere de las ACTAS DE LOS CONCILIOS.

80. La vida de D. Desiderio transcurrió, sin embargo, al margen de estos acontecimientos, sin detenernos a reparar cómo los vivió por dentro. Solo él pudo saberlo, y, en su interior, asimilarlo; pero lo cierto es que a mí me dijo en una ocasión que le inquietaba tanto cambio normativo (supongo que estaba señalando primordialmente a las normas litúrgicas, aunque yo intuía que, también a las teológicas) y, para él, todo esto desencajaba las conciencias más primitivas y sencillas.
81. Era lógico que pensara así, dado el esquema mental y doctrinal por el que él se conducía, cosechando tan buenos resultados y, a la postre, la comprensión de la gente con él.
82. En medio de este colapso de corrientes de pensamiento, que se libraban dentro de la misma Iglesia y que en gran medida llegaron a perturbar su espíritu, llegó la publicación del “ Catecismo de la Iglesia católica”, en el que D. Desiderio halló reposo intelectual.
83. De hecho fue ya la única fuente de predicación sin pararse a analizar lo que otros pudieran comentar al respecto. No quiso saberlo. Ni volvió a leer más sobre cuestiones religiosas ni teología. Yo seguí de cerca sus preocupaciones, y lo cierto es que desde entonces desvió su atención hacia temas más banales, como la entrada de los romanos en Liébana.
84. Sin embargo, muchos teólogos de solvencia salieron al paso de aquel conjunto de afirmaciones del “catecismo” sostenidas como “Depósito único de la fe “, excluyendo cualquier otra que cuestionara ya dogmática, ya moralmente puntos considerados indiscutibles en la interpretación del evangelio. Tales como la pena de muerte, el divorcio, la homosexualidad, el diablo, el purgatorio, la eutanasia, la guerra, el suicidio, la prostitución &.


85. LA SECULARIZACIÓN

86. Las “secularizaciones” en los cinco Continentes e Islas adyacentes, causó pavor en los aledaños vaticanistas. En las décadas de los años sesenta y setenta se calcularon por miles tanto del clero secular como regular o religioso de ambos sexos (hay múltiples textos que lo recogen).
87. Para D. Desiderio fue como el viento que mueve un junco, como diría Blas Pascal. Pero no por ello, dejó de impactarle, ya que en Liébana se habían conocido recientemente hasta 35 curas y decenas de chicas en monasterios.
88. La preservación de la sotana en él fue como la columna vertebral que mantenía inhiesta su figura. Un hombre como él, que había estado multitud de veces en Méjico vistiendo de civil, pudo perfectamente haber transformado el traje talar por el de calle.
89. Pero, no, prefirió mantenerse impertérrito en su stablihsman y a gusto consigo mismo, aunque ese traje talar fuese en múltiples ocasiones un verdadero obstáculo para caminar, ir en moto o pasear.
90. No importaba; él vivió así, y además enalteció su autoridad y prestigio, y evitó interpretaciones desviadas con que pudieron haberle juzgado torpes ojos que miran enturbiados desde la cuna cualquier cosa que tocan.

José Luis Gómez Fernández

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