viernes, 6 de abril de 2012

LAS CONVENCIONES POLÍTICAS Y LOS PACTOS ENTRE PARTIDOS


José Luis Gómez Fernández


Estamos atravesando en España en estos momentos difícultades políticas de gran envergadura.
Las medidas drásticas a las que estamos siendo sometidos los ciudadanos de a pie nos tienen atenazados a unas convenciones políticas que se deciden en los altos Foros de un Parlamento.
¿Qué diferencia existe entre una convención política y un pacto entre partidos? Mucha; convenir en política, tal como nos enseña la historia de la política desde los griegos (¡quién se lo iba a decir ahora a ellos!) es decidir racionalmente la organización de la ciudad (la Polis-Estado, decían ellos) sin más miramientos que el bien común, el bien de todos, incluso el de los metecos (nombre que se daba en Atenas a los extranjeros).
Los pactos entre partidos, por desgracia para el bien común, se abrazan por intereses personales y de grupo, que es lo más denigrante que pensar se pueda; actos éstos que deberían estar penalizados y abominados por la plebe en un Viernes de Pasión (que es cuando escribo esto).
Me produce vértigo pensar retrospectivamente en lo que podría convertirse una política sin dar lugar a contaminación alguna.
De igual modo me viene a la memoria aquellas primeras reflexiones que en política hicieron los Sofistas Griegos, tanto la primera como la segunda Sofística
Vamos a hacer una “Física de la sociedad” (lo que hoy se llamaría “Ingeniería social”) dijeron los primeros, proponiéndose con ello diseccionar la realidad social que tenían ante sus ojos (al igual que un físico pueda hacerlo con la materia y la energía que compone su campo).

La Primera Sofística, a la que pertenecen hombres como Gorgias, Hipias, Protágoras y Pródico, sostiene que las leyes políticas y morales se fundamentan en la Physis o naturaleza racional del hombre. Por consiguiente, si hay Convención, o acuerdo entre muchos, ha de ser una convención racional y conforme a naturaleza, ya que la Razón y la Justicia son propiedades esenciales de la naturaleza humana: respetar y ser respetado, ser justo y exigir justicia han de ser los axiomas fundamentales de una buena Ley.

La Segunda Sofística, a la que pertenecen Calicles, Antifonte, Licofrón, Alcidamante y Trasímaco entre otros, ya no fundamentan la ley en la Physis o naturaleza del hombre, sino, muy al contrario, en persuadir al otro hasta con engaño y trampa para que muerda el anzuelo de su opinión interesada, es decir esgrime la Retórica como añagaza de sus intereses particulares cayendo en la demagogia y desprestigiando la esencia de la política.
Su fundamento racional no existe, cae por su base al quedar al albur del relativismo más desconcertante., porque si la Ley lo que pretende es tanto igualar a los desiguales como desigualar a los iguales, es una Ley injusta.
Los Sofistas, como primeros creadores e investigadores de los valores morales y políticos, si bien son considerados como los verdaderos profesorales de la disciplina política, de su naturaleza, de sus principios y sus fines, necesitaron el concurso de un Sócrates para quebrar el sofisma que se escondía en su argumentación moral y política; y así, desde ese momento, tanto la norma moral como la ley política forman un lenguaje único (un logos) que se considera inseparable de la tarea doctrinal y política. Lo bueno y lo justo nacen aquí, y la prudencia y la justicia son la sabiduría del político.
No olvidemos, sin embargo, que Sócrates sacralizó la ley y sucumbió a ella para liberarse, no de la muerte física (a la que vio como liberación) sino de la muerte política de la injusticia de una ley impuesta por una democracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario